Escenario común en los montes de Amambay, donde la droga gana espacio y poder a la producción formal ante el acecho sostenido de bandas criminales y el involucramiento de familias enteras en el lucrativo e impune «negocio negro».
La información oficial de que la marihuana se ha instalado como el principal producto de capitalización y robustecimiento de las organizaciones criminales en el Departamento de Amambay agrega un nuevo paradigma a la economía norteña tradicional como el comercio y la agroganadería intensiva.
De esta manera, la alerta se ha disparado en aquella región del Paraguay donde confluyen dinámicas empresas productivas formales en medio del acecho sostenido de bandas criminales que piden espacio para desplegar su poderío con el narcotráfico.
Casi toda la producción ilícita que se desarrolla en Amambay va a parar al mercado brasileño, a través de las redes de distribución de facciones criminales como el Primer Comando da Capital (PCC) o el sanguinario Comando Vermelho.
El lucro que genera esta droga financia el poder y la violencia de la mafia instalada hace años en la región al amparo de la impunidad y la debilidad de las instituciones de Paraguay que, irónicamente, cuanto más alegan represión contra la actividad ilícita crecen en proporción geométrica los nichos de marihuana, acompañados de cerca por el rubro de la cocaína y las drogas sintéticas, destinadas casi en su totalidad al lucrativo mercado brasileño.
La cooperación entre la Senad y la Policía Federal del Brasil puso en marcha la operación «Nueva Alianza 45» en Amambay con la movilización de fuerzas especiales y agentes antidrogas y el apoyo de helicópteros de la Fuerza Aérea Paraguaya y la Policía Federal brasileña con la finalidad de tratar de erradicar la producción y financiamiento de la producción de marihuana en la extensa región.
Solo en las dos primeras jornadas, el formidable grupo de represión desmanteló 18 campamentos narcos y procedió a la erradicación de 37 hectáreas de marihuana, que representan unos 113.000 kilos, en la conocida zona narco de Cerro Cuatiá, donde la planta narcótica se erige soberbia y desplaza por la fuerza a la agricultura tradicional de las familias.
Los operativos «Nueva Alianza» surgen en base a un convenio de cooperación entre las fuerzas antinarcóticas de Paraguay y Brasil en la lucha compartida contra el narcotráfico en la región de frontera común.
En paralelo, la Senad apuesta a la cooperación extranjera para aumentar el volumen y frecuencia de acciones conjuntas en otras zonas del país dominadas por la marihuana, con enormes volúmenes de droga descubierta, incautada y destruida, pero prácticamente sin tocar la dinámica de las estructuras criminales, con resultados que están a la vista a través de los miles de toneladas de macoña listas para surtir los mercados que han dejado de ser novedad por su repetida frecuencia.