El imaginario popular ve de esta manera a Peña, quien ensaya sus primeros pasos como presidente electo para mejorar el desastre de su actual predecesor y poner en práctica su proyecto electoral para que el país esté mejor.

El candidato del Partido Colorado Santiago Peña ha logrado una victoria histórica en las elecciones presidenciales de Paraguay con una cosecha de 55% de los votos, convirtiéndose de esta manera en el nuevo presidente de la República en sustitución de Mario Abdo Benítez, quien según el observatorio ciudadano saldrá del poder con el estigma de ser el peor jefe de Estado de la era democrática pos-stronista.

Peña, de 42 años, es un exitoso empresario con poca experiencia en el mundo político y un paso de 5 años en la función pública durante el gobierno de Horacio Cartes, donde ofició de ministro de Hacienda.

Durante su campaña electoral, Peña concentró su atención de preferencia en temas como la creación de empleo, la lucha contra la corrupción y la mejora de la educación.

También prometió trabajar en la reducción de la pobreza y la desigualdad en el país.

La inseguridad rampante durante el actual gobierno de Abdo Benítez también constituye una de las puntas de lanza de su gobierno que iniciará oficialmente el 15 de agosto.

Informes internacionales colocan a Paraguay como un país dominado por la delincuencia urbana y, a niveles macroeconómicos, como el reino de la marihuana y el narcotráfico que Abdo Benítez nunca pudo combatir con éxito.

La victoria de Peña es considerada una sorpresa por muchos analistas políticos porque se estaba estrenando en la singular carrera política en un país estigmatizado en cada elección por el fraude y la compra de votos, que en esta ocasión prácticamente desaparecieron, si se tiene en cuenta el escaso número de 37 supuestas irregularidades puestas a consideración de las autoridades electorales.

La campaña eficaz y la formidable plataforma política erigida en torno a la figura de Peña con un Partido Colorado unido luego de 5 años de fractura resonaron en las urnas y derivaron en una victoria aplastante.

La ciudadanía celebra aún el triunfo de Peña, mientras muchos esperan que su presidencia arrastre cambios significativos y mejoras en la calidad de vida de los paraguayos, muy venida a menos con el gobierno de Marito.

Según analistas independientes, la tarea de Peña será difícil, ya que tendrá que enfrentarse a desafíos importantes como la corrupción generalizada, el reparto desproporcional de la riqueza del país, la discriminación en la función pública y la crónica falta de infraestructura física y en recursos humanos, especialmente en los planos sanitario y de seguridad.

La victoria del Partido Colorado ha demostrado que los paraguayos están dispuestos a dar una oportunidad a nuevos líderes e ideas para ayudar a construir un futuro mejor para todos, y no solo para unos cuantos privilegiados, entre ellos el exclusivo grupo de aduladores del gobierno más parientes, amigos y amantes de los poderosos.

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