
El incendio de la ANR en el 2021 afectó solo la parte edilicia, pero ahora otro tipo de “incendio” amenaza a la nucleación política, sacudida por el desastre electoral en Ciudad del Este. Dirigentes “de pura cepa” exigen cambios profundos con candidatos potables para las próximas municipales.
Dice la historia que el emperador Nerón fue sorprendido ejecutando la Lira mientras veía arder a Roma en los albores de la era cristiana. En el contexto histórico, la frase “Arde Roma” denota despreocupación, apatía e incompetencia de las autoridades para enfrentar una crisis profunda que llevará a la decadencia.
Esta es la situación de la centenaria Asociación Nacional Republicana (ANR) que salió a luz pública nacional e internacional luego de la resonante victoria de la oposición frente al oficialismo colorado en las elecciones del domingo en Ciudad del Este, donde la pugna giraba en torno a la elección del próximo intendente para completar el lapso de 11 meses dejado por Miguel Prieto tras ser destituido por corrupción.
Los resultados de la Justicia Electoral indican una victoria aplastante del intendentable prietista Daniel Mujica frente al delfín cartista Roberto González Vaezquen por una diferencia de al menos 40 por ciento, interpretada como catastrófica en el interior de la nucleación republicana, que no tardó en reaccionar con descalificativos de variado calibre con respecto a la nominación del candidato, a todas luces engañosa y resistida por las unidades de base fronterizas.
En medio del festín opositor, por un lado, y la decepción generalizada en el interior del Partido Colorado, el expresidente de la República, Nicanor Duarte Frutos, dijo este martes que la paliza electoral experimentada en el Este no debería de extrañar porque es el resultado del desprecio de la dirigencia hacia los reclamos de la gente, sumado al ninguneo a los verdaderos líderes zonales y las sombras tenebrosas que acompañan los pasos de la plana mayor de la ANR.
El alboroto hormonal generado por la victoria de Mujica dirigió los dardos republicanos hacia la figura de los hermanos Javier y Justo Zacarías Irún, de dilatada pero cuestionada trayectoria política y procedimental como autoridades.
Javier Zacarías Irún, senador colorado oficialista, se desempeñó en el pasado como intendente municipal de Ciudad del Este, de donde salió por la puerta de atrás luego de enfrentar la ira apasionada de la gente por escándalos sucesivos con la plata pública y la indiferencia ante los reclamos de la ciudadanía sobre la inseguridad y el festín con el presupuesto comunal, entre otras denuncias que acabaron en el voto censura.
De la mano de Horacio Cartes, líder del coloradismo en el poder, se posicionó de nuevo en la cima del poder, pero con el estigma de corrupción a cuestas.
Cuando creía que su alto cargo dirigencial iba a pesar en el ánimo del electorado, resultó todo lo contrario porque gran parte de los votantes votaron por Mujica como venganza contra Javier Zacarías Irún, a quien consideran un mal colorado y pésimo ciudadano esteño, plagado de cuestionamientos e impune ante los órganos de justicia.
Justo Zacarías Irún no le sigue en zaga a su hermano con respecto a las críticas.
El ex parlamentario nacional durante dos períodos, nombrado director de Itaipú por el presidente Santiago Peña, es señalado por sus propios partidarios colorados de representar a la oligarquía de mando y poder a la hora de otorgar ayudas o beneficios provenientes de los millonarios fondos sociales de la Binacional.
“En el Alto Paraná, y especialmente en Ciudad del Este, estos dos personajes no nos representan” disparó con fuerza un líder colorado esteño que, según dijo, no fue tenido en cuenta para enfrentar a Mujica sino “eligieron a personajes siniestros que ahora se van con la derrota a cuestas”.
Los Zacarías Irún no están solos en el nutrido listado de “escombros”, manejado entre bambalinas por líderes naturales soslayados por la dirigencia de mando de la ANR.
Figuras de raigambre contaminados de sospechas, como Óscar Salomón, Lilian Samaniego, Juan Afara, y tantos otros autocalificados como republicanos de pura cepa, aparecen en el numerario de la milicia republicana como “espantavotos”, al que no escapa el titular de la ANR, Horacio Cartes, y el mismo presidente de la República, Santiago Peña, sindicado de oficiar de escudero político de HC.
“La gente ya no es tonta y se deja guiar por cantos de sirena, sino tiene criterio propio a la hora de poner en la balanza el debe y el haber de sus candidatos a cargos electivos; es lo que pasó en Ciudad del Este, y volverá a ocurrir en todo el país si la ANR no hace cambios profundos que beneficien directamente a la ciudadanía, que sufre las secuelas del descontrol de mando y gobierno”, gatilló este martes un miembro del movimiento Honor Colorado cartista.

