El rostro de la derrota. Efraín deja una estela de rencor y división esparcida por todo el territorio a través de holdings amigos que se encargaron de destilar el veneno propalado por la Concertación contra todos a quienes consideraban «enemigos», en una muestra funesta y cruel de intolerancia y caradurez.

Los resultados de las elecciones de este domingo en Paraguay exponen al desnudo la madurez cívica del pueblo paraguayo, que en abrumadora mayoría le dijo “NO” a la dialéctica de odio, división y apego al globalismo perverso propalado a mil voces por el arquitecto del rencor nacional Efraín Alegre y su séquito de innombrables repartidos entre progresistas, comunistas, invasores de propiedades privadas, orgullosamente gays, abortistas y otra pléyade de degenerados hambrientos por convertir este país en un búnker diabólico manejado con plata extranjera.

A votazos, la ciudadanía acudió en la esperanzadora mañana del domingo a cumplir con su derecho y obligación de sufragar, en medio de la expectativa generalizada a nivel nacional e internacional sobre el destino de esta nación castigada por malos gobernantes, a pesar de lo cual se mantiene como uno de los países más predecibles, con una tasa de crecimiento envidiable y una presión inflacionaria y tributaria por debajo de parámetros regionales.

Paraguay se ha puesto de pie para demostrar a propios y extraños cómo se debe votar eligiendo, y optó por un candidato saludable desde todo punto de vista, joven, dinámico, profesional, con una hoja de ruta y de vida intachables y un paso por la gestión pública sin ninguna denuncia de corrupción.

De entre los méritos del flamante presidente de la República, el que posiblemente haya seducido más al elector crítico fue el hecho de no levantar el dedo ni la voz contra nadie, inclusive contra hordas agavilladas de propiciadores del mal que se turnaban y competían para ver quién de ellos disparaba los peores descalificativos, todo ello con el acompañamiento cómplice mediático aliado, que se encargó de destilar los venenos pestilentes en una condenable actitud de falta de ética al despreciar la retórica de sus víctimas propiciatorias y, al mismo tiempo, hablaban de “cambio”.

Emitir este tipo de consideraciones que hieren de alguna manera la sensibilidad de los lectores es doloroso, pero es importante poner las cosas en su lugar para que, nuevamente, el soberano pueda sacar conclusiones de valor en el nuevo gobierno y pueda saber quién está a favor del Paraguay o si los derrotados continuarán tirados a los brazos del odio, en una muestra descarada, insultante, desvergonzada y por demás lamentable de cómo no se debe hacer electoralismo y ningunear la inteligencia de la gente idiotizando su preferencia.

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