El ritmo acelerado, sostenido e impune de la depredación boscosa del país echa un manto de desesperanza sobre el futuro de los paraguayos, ante la ausencia del Estado, que muestra su perfil crítico con la inoperancia criminal de las instituciones. (Foto: Valor Agro).

A través de una nota, el Partido Frente Guasu se remitió al presidente de la República, Mario Abdo Benítez, a remitir a consideración del Congreso nacional el acuerdo regional sobre el acceso a la información, la participación pública y el acceso a la justicia en asuntos ambientales en América Latina y el Caribe, conocido como Acuerdo de Escazú, firmado entre otros países por Paraguay en esta ciudad de Costa Rica.

El partido de izquierda paraguayo sostiene que se trata del primer tratado sobre asuntos ambientales de la región, y el primero en el mundo que incluye disposiciones sobre los defensores de los derechos humanos en asuntos relacionados con el medio ambiente.

“Este proyecto de resolución se fundamenta en la necesidad de someter a estudio y debate tan importante acuerdo internacional, ya suscrito por el Poder Ejecutivo, más aún considerando el contexto de grave crisis ambiental en el cual nos encontramos hoy”, expresa la nota enviada a consideración del presidente del Congreso, Oscar Salomón.

Todos los gremios de trabajo del país se pronunciaron estos días en contra del Acuerdo de Escazú, con el argumento de que se trata de una embestida de la izquierda latinoamericana que busca participación plena y contundente en asuntos de Estado, bajo el ropaje de defensa de derechos ambientales que tendrían el mismo, o peores, resultados que los derechos humanos que dicen defender los países socialistas encabezados por Cuba y Venezuela, considerados ejes del mal de la región.

En contrapartida, el Estado nada hace para honrar su responsabilidad de defender los bienes y recursos naturales de nuestro país que, en algunos casos, llegan a niveles vergonzosos de desidia, inoperancia y corrupción.

Para muestra, basta con citar la dinámica de depredación gigantesca e impune de bosques nativos por parte de mercaderes de madera y de carbón; la extracción masiva e irracionales de peces de nuestros ríos; el uso discrecional del agua de superficie por industrias arroceras, y el agua del subsuelo por parte de la producción agrícola, entre otras agresiones intensas, sostenidas, deliberadas y a cielo abierto, sin que institución o autoridad de referencia alguna se digne en intentar siquiera poner fin a este festival de entreguismo de los valiosos recursos del Paraguay.

El Ministerio del Ambiente y Desarrollo Sostenible (Mades) en la práctica no existe.

Denuncias de violaciones del medio ambiente se acumulan en ese enorme elefante blanco, sin que sus autoridades den señales de reacción, sino apelando a argumentos desgastados como la falta de presupuesto, la carencia de técnicos y personal de intervención, y cosas por el estilo.

Con una pizca de patriotismo, el ministro Ariel Oviedo hace tiempo hubiera invertido parte de su tiempo en reclamar una política de Estado eficiente para el Mades, levantar carpas frente al Congreso en busca de apoyo parlamentario, hacer brazos caídos o cualquier otra muestra de celo por su cargo y su responsabilidad con el futuro de generaciones de paraguayos.

Cada día que el ministro Oviedo permanece ocioso en su cargo, miles de ecocidas diseminados por parques nacionales y ríos paraguayos se nutren hasta el hartazgo de nuestros recursos naturales, que finalmente nos pasan la cuenta: incendios en grave escala, bajantes históricos de ríos, muerte de miles de animales silvestres, falta de lluvias, entre tantos otros resultados lógicos de una naturaleza atacada de forma brutal y despiadada, sin ninguna posibilidad de defensa.

Con este panorama incierto y desolador, el Gobierno no tiene argumentos para defenderse con argumentos sólidos y convincentes de la armada socialista, que se viene con todo para reivindicar su “celo” por el medio ambiente, en una danza donde seguramente imperará la ley del más fuerte para que finalmente poco o nada cambie en este país dominado por el entreguismo y la corrupción.

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