El rostro de la esperanza, para unos; el de la vergüenza, para otros. El presidente de la República enfrenta las horas más críticas de su gobierno, apenas dos años después de haber asumido el cargo con promesas de días mejores para todos, que irónicamente se han convertido en los peores de las últimas décadas.

Como pocas veces en su larga historia de infortunios, la República del Paraguay enfrenta en estos momentos sus horas y días más críticos, provocados por infaustos sucesos que minan el potencial de energía de este país que históricamente se ha levantado como el ave Fénix de sus cenizas, pero que hoy se presenta con manchas en varios frentes debido a un gobierno débil, sin autoridad, arrodillado ante la corrupción, sin timón y, por ende, sin respuesta al clamor ciudadano de solución urgente a graves problemas vinculados con la propia vida, entre ellos la seguridad.

Nuevamente, como lo viene experimentando de forma intermitente pero segura desde hace dos décadas, el norte de la Región Oriental vuelve a estar en la primera plana de las información nacional e internacional por el secuestro del ex vicepresidente de la República Oscar Denis, que pone en jaque la estructura de seguridad pública y contra la pared al presidente Mario Abdo Benítez, que este mismo domingo debe tomar decisiones trascendentales, luego de que fracasara estrepitosamente la aventura de la Fuerza de Tarea Conjunta (FTC) en su planificado intento por eliminar el ilegal Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP), que dejó dos niñas muertas y ningún guerrillero perjudicado.

El trofeo cantado como victoria por los militares y policías al mando del comandante en jefe Abdo Benítez, consiste en abundante material logístico, una veintena de armas, municiones, propaganda, víveres, medicamentos, fotos y hamacas, nada más.

Los insurgentes (se duda incluso de que hubieran estado en el lugar a la hora del ataque), supuestamente huyeron a los mismos montes del entorno, pero el intenso operativo de búsqueda no dio resultados.

Sobre el punto, los militares-policías informaron a la población que “entrar al monte no es poca cosa, porque se deben superar barreras naturales difíciles e intrincadas que pueden poner en peligro la vida de los uniformados”. No se está hablando de los montes del Amazonas sino del Paraguay, donde el conglomerado de masa boscosa continua no pasa los 30 kilómetros en un territorio supuestamente bajo el control de la costosa FTC.

El EPP “tardó” una semana en hacer su reaparición y mostrar su intacto poder de acción con el secuestro de un ex vicepresidente de la República, en las narices de las fuerzas de seguridad desplegadas con refuerzos por orden del comandante Marito.

En apenas 8 días, una veintena de terroristas criminales dejó pagando a los uniformados, quienes están obligados ahora a brindar respuesta al reclamo generalizado de rescate de Oscar Denis, y seguidamente dar explicaciones coherentes y disculpas a la población por el fracaso de la incursión en Yby Yaú y la muerte de las dos menores.

De otra manera, el gobierno no debe dudar en desmantelar en su totalidad la estructura gigante e ineficiente de la Fuerza de Tarea Conjunta (FTC), destinando, por de pronto, los millonarios recursos a suministrar comida y medicamentos a la población necesitada.

El país necesita de unas Fuerzas Armadas modernas, inteligentes, eficientes y declaradamente patriotas, dignas de honrar al célebre soldado guaraní que no conoce de corrupción, debilidad ni rendición, mucho menos ante 20 rebeldes criminales a quienes supuestamente se les tiene en la mira, pero a la hora de la verdad estos hacen lo que quieren en un territorio de 45.000 kilómetros cuadrados que conforman los departamentos de Concepción, Amambay y San Pedro.

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