«Regalo» por el Día del Padre de parte del gobierno de Marito, que permanece tácito ante la escalada de precios al consumidor pero hiperactivo para hacer campaña política con bienes y recursos del pueblo.

Poco duraron las celebraciones por el Día del Padre el domingo, porque este lunes el país amaneció con un feroz golpe a su economía, propinado por el propio gobierno con el alza desmedida de los precios de todos los combustibles, entre ellos la nafta común utilizada masivamente por motociclistas y dueños de chileré pertenecientes a la sociedad humilde y sacrificada.

De forma “personalizada” y arbitraria como siempre, los emblemas privados venían aumentando silenciosamente los precios de venta al público de sus productos, con el argumento del alza sostenida del petróleo en el mercado internacional, pero nunca tienen en cuenta cuando las cotizaciones bajan, como de hecho ocurre ahora, con el crudo manteniéndose invariable en torno a los 110 y monedas de dólares por barril.

El comportamiento del crudo es esencial para establecer los precios, que treparon por las nubes con la guerra en Ucrania, cuando se complicaron los abastecimientos provenientes de Rusia, ubicado en el top 5 de mayores países exportadores mundiales de petróleo y gas.

Cada país afectado maneja políticas petroleras propias que buscan mejores estándares de precios para el consumidor final, lo cual no ocurre en Paraguay, donde la empresa petrolera estatal Petropar es funcional, no a los intereses de la gente, sino de la pesada burocracia política estatal y el resultado está a la vista, con carburantes prohibitivos para los comunes, pero sí al alcance del poder y los poderosos.

De esta manera, la ciudadanía cuenta con un nuevo elemento detonador para sumar a los dolores de cabeza diarios provocados por la inflación, la falta de fuentes laborales y el mísero salario mínimo, entre otros quebrantos extendidos sin visos de solución.

El gobierno nacional se encuentra sumergido en campaña política apuntando hacia “enemigos” del mismo tinte, mientras la gente es injustamente obligada a hacer malabarismos para sortear el día con el desánimo latente de que mañana puede ser peor.

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