Para la diputada liberal se ha convertido un hobby lanzar acusaciones graves sin presentar pruebas o evidencias creíbles. Se trata de una práctica que debe ser desterrada, para evitar convertir el recinto parlamentario en un chiquero de vehemencia enardecida sin sustento. (Foto: Diario La Nación).

Una vez más, la diputada liberal efrainista Celeste Amarilla, de nula actividad parlamentaria en beneficio de los comunes, se robó los flashes y micrófonos durante su intervención en la primera sesión oficial de la Cámara Baja, cuando acusó a sus colegas Nazario Rojas, Enrique Mineur, Cristina Villalba y Bernardo Villalba de formar parte del esquema de narcotráfico sin aportar pruebas o elementos que generen credibilidad para dar participación al Ministerio Público.

Apenas un día después, la diputada conocida como «fanfarrona», se volvió sobre sus pasos y pidió disculpas a los acusados, afirmando que no tiene pruebas para demostrar lo que dijo, y tampoco dinero para pagar costosos abogados en caso de ser demandada por difamación, calumnia y otros delitos procedentes de su polémica intervención en el Congreso.

No es la primera vez que Amarilla lanza disparos verbales contra sirios y troyanos que, en su especial apreciación de lo que no está bien, bombardea con exabruptos descabellados y fuera de lugar a sus ocasionales oponentes.

“Ella no es ninguna santa”, disparan por redes sociales con respecto a la conducta de la rabiosa efrainista acomodada con el abdismo añeteté, tras recordar que ha sido acusada de una tragada multimillonaria de recursos destinados a la merienda escolar.

“¡Quiere prensa!”, acusa otra indignada, tras recordar que la diputada Amarilla entró con el pie izquierdo en el Poder Legislativo tras afirmar en un momento de sus tantos escandaletes, y ante el estupor generalizado, que la misma compró su banca, incluso deslizando el monto de 200.000 dólares, lo cual fue tomado como un chiste o anécdota por sus pares tras no animarse a establecer las sanciones previstas por la ley.

Más allá de los exabruptos violentos y las etiquetas legales que corresponden a las actitudes repetidas de la diputada Amarilla, el caso requiere un análisis exhaustivo de parte de quienes se creen con suficiente ética y profesionalismo en el ejercicio del cargo, de modo a evitar otros “celestes” y convertir el recinto parlamentario en un festín de difamaciones y calumnias del más bajo nivel.

“Qué fácil para Celeste, lanzar acusaciones gravísimas y después pedir disculpas porque no tiene plata para defenderse”, posteó Karina Paniagua en su red social, tras recordar que por ahí cerca se encuentra otra “bocona” con hambre de votos, en referencia a la diputada Kattya González.

Tanto Celeste como la Kattya constituyen blanco obligado de la prensa amiga, especialmente cuando se trata de disparos verbales contra el cartismo, pasando a segundo plano escándalos mayúsculos como los protagonizados por los ministros narcos Arnaldo Giuzzio y Joaquín Roa, entre otros oficialistas involucrados con el crimen organizado y el enriquecimiento ilícito.

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