La justicia nuevamente se ha vestido de negro con una sentencia indulgente y generosa para un corrupto, que suma a otros peces gordos de la impunidad, y no le queda resto moral para condenar a jóvenes incendiarios.

Profundo pesar ciudadano causó la irrisoria sentencia de 4 años de prisión generosamente concedida por la justicia paraguaya al ex presidente del Indert, Justo Pastor Cárdenas, acusado del robo de más de G. 4.000 millones de fondos públicos y una cadena de irregularidades durante su dorado paso por la institución creada para generar nuevos ricos a expensas del campesinado eternamente defraudado.

Mientras Cárdenas padre (sus tres hijos millonarios recibieron el perdón judicial) acumula bienes y recursos en sus gigantes emprendimientos comerciales, la justicia complaciente y declaradamente venal se muestra atada de pies y manos, sin ningún resto moral, para castigar a los jóvenes incendiarios que le prendieron fuego a un local político partidario molestos por el desastre de gestión de Marito, y pusieron en peligro la vida de muchos jóvenes que residen en el lugar, entre ellos algunas personas con capacidades especiales.

La ley establece penas carcelarias de hasta 10 años de prisión para los que cometen este tipo de hechos punibles, pero la justicia está profundamente limitada por sus fallos, confeccionados a medida por arteros profesionales vinculados al poder que le dictan cátedras de sentencia para los amigos, sumiendo en la postración moral a jueces alquilados que, al final, se prestan sin ápice de vergüenza a los intereses creados de sus ocasionales “patrones”, en este caso líderes liberales que ordenaron a sus hurreros arremeter contra Colorado Róga.

La conducta subyugada y reprimida de la justicia paraguaya no solo genera fobia y aversión, sino instala en el observatorio ciudadano la idea de que es legal y procedente arremeter contra tirios y troyanos sin sentimiento de pecado, con el sustento suficiente de jurisprudencias que ensucian la historia jurídica del Paraguay y, lo que es peor, sin posibilidad visible de mejorar el sistema de administración judicial, que acumula veneno en todos sus escondrijos.

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