Ante el ninguneo del gobierno, es esencial que los agricultores se reúnan, analicen la realidad por la que pasan y se organicen para tratar de encontrar una salida a su situación de desamparo.

Comentario de Freddy Rojas, Horqueta

Las autoridades nacionales de los últimos gobiernos no observaron y ni les importa la situación del campesinado paraguayo, que va perdiendo sus tierras porque se les entrega a extranjeros y a personas con gran poder económico.

Desde hace décadas, el Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG) no realiza proyectos de producción para los cultivos de renta para los campesinos y entre sus prioridades aparece el monocultivo de la soja para los terratenientes, mientras los campesinos propietarios de pequeñas fincas se dedican a la agricultura familiar que les permite ingresos básicos y sustento alimentario.

Durante el gobierno de Nicanor Duarte Frutos se concretaron asistencias técnicas para el trabajo del suelo, la recuperación de la fertilidad, la siembra directa y el uso de abono verde, entre otras realizaciones que terminaron, o se hicieron a medias, en gobiernos posteriores.

Dejó muy buena huella el entonces ministro de la cartera, Ing. Agr. Alfredo Molinas, quien acostumbraba a hacer recorridos por sectores agrarios campesinos, reuniéndose personalmente con los pequeños productores, entre ellos los de Horqueta, orientándoles en las nuevas técnicas de producción sin uso del arado, prescindir de los agroquímicos y evitar la quema de los rastrojos.

Entonces, el sésamo contaba con subsidios económicos si el precio era ínfimo, pero la situación ha cambiado radicalmente en nuestros días, en un escenario donde el MAG otorga prioridad a los cultivos extensivos, la ganadería de exportación y la ayuda a productores extranjeros que se instalan masivamente en nuestro país, provocando la expulsión forzosa del sector campesino originario.

Ante esta situación, es fundamental que los agricultores se reúnan, analicen la realidad por la que pasan, se organicen para conformar comités y se afiancen, convirtiendo a los comités en cooperativas agropecuarias.

“La unión hace la fuerza”, expresa un refrán, y es indispensable la organización campesina para buscar la capacitación agropecuaria por iniciativa propia, teniendo en cuenta que desde el gobierno no reciben esa mano que tanto necesitan.

En el norte del país se han conformado estructuras de gestión campesina como la Cooperativa Campesina del Norte (Cocanor), la Organización Zonal de Agricultores Ecológicos (OZAE) en la zona de Alfonsocue, la Cooperativa Santa Rita de la zona de Ybyraty y el campo comunal de Cerrito Totora, cuyos miembros llevan una vida digna y a través de la cooperación son señalados como ejemplo para los campesinos que no se unen y trabajan individualmente.

Por eso reitero que es primordial que los campesinos se unan, conformen cooperativas, se arraiguen en sus tierras y que no las vendan para trasladarse a las ciudades, donde no existen fuentes de trabajo, porque si las venden y emigran a las urbes lo más probable es que se queden por el camino para conformar nichos de pobreza, como ocurre extendidamente con miles de familias campesinas que perdieron todo en busca de mejores horizontes, pero al final deben conformarse con migajas y vivir precariamente en villas miserias o “territorios sociales”, donde deben compartir espacio con indeseables.

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