Más de 40 partidos y movimientos, la mayoría de los cuales apoya la violencia contra la propiedad privada para lograr la tierra propia, conforman el conglomerado de la oposición, que busca destronar a la ANR del poder para seguir la retórica de Chávez.

En medio de una gran expectativa, más extendida en carpas coloradas que en el propio seno de la oposición, más de 40 partidos y movimientos políticos acordaron un pacto de fraternidad electoral con miras a las elecciones generales del 2023 donde buscarán desalojar del poder a la ANR, según afirman, e instalar las condiciones para una “patria soñada” o, lo que es lo mismo, el país de maravillas que prometen todos los candidatos de izquierda del continente, para luego eternizarse en el poder y establecer la dictadura que les permite cooptar conciencias para obtener el poder total del país, como ocurre en Cuba, Nicaragua y Venezuela, por citar los peores ejemplos de “socialismo” en América.

Como era de esperarse, la cabeza más visible de la llamada “concertación” es el expresidente Fernando Lugo, quien reapareció en la palestra política electoral para prometer un país diferente, sin más pobreza y desigualdades, en caso de que lleguen al poder en el 2023.

En el mismo tenor de los demás líderes opositores de la concertación, prometió desterrar la mafia en el Paraguay, y establecer un gobierno de todos y para todos.

Lugo fue presidente de la República del 2008 al 2012, cuando a falta de un año para el término constitucional de su mandato fue destituido por un juicio político que ganó titulares en los medios del mundo por tratarse supuestamente de un golpe de Estado que sus propios aliados liberales hasta entonces se encargaron de desmentir luego de que el liberal Federico Franco asumiera en su reemplazo por el lapso de un año, suficiente para vaciar las arcas del Estado, llenar de leales la función pública y dejar el país al borde de la bancarrota.

Alentada por la expansión de la izquierda bolivariana en la región, la izquierda paraguaya busca otro batacazo similar al del 2008, cuando el Partido Colorado conoció la llanura y tuvo que reinventarse para sacar fuerzas de flaquezas hasta unir nuevamente sus filas para consolidarse en el poder y, aunque dividido en dos frentes, buscar ser nuevamente poder supremo en el 2023, a pesar de los severos cuestionamientos mediáticos que, por su lado, libran un “electoralismo” aparte para conservar el espacio de negocios multimillonarios logrado con el actual gobierno de Mario Abdo Benítez y, por otra parte, dibujan una retórica de cambio con la misma dialéctica de odio y división propugnada por sus amigos de la concertación.

“Fuera la mafia, y también la pedofilia”, postea este martes un indignado tras comentar acerca de los fines y objetivos de la concertación, y aludir implícitamente a los supuestos antecedentes del ex presidente Lugo, quien durante su época de obispo católico fue señalado de cometer faltas de orden religioso y moral, entre ellas relaciones de pareja con al menos tres mujeres, con hijos no reconocidos que originaron un escándalo internacional muy bien manejado a nivel local por los amigos del poder.

La izquierda paraguaya, que surge como la de mayor fuerza electoral dentro de la concertación, alienta las invasiones como método válido para el sueño de la tierra propia de adherentes campesinos, quienes constituyen mayoría en la distribución de votos durante cada época electoral y se convierten, de esta manera, en niños mimados a la hora de hacer electoralismo con recursos ajenos, en este caso de los dueños de las propiedades privadas, víctimas propiciatorias de este esquema de perversión que se mantiene campante con la ausencia del Estado, la ineficiencia de las instituciones y la corrupción política extendida e impune.

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