Madres de familia reciben un capital importante de la Misión Técnica Taiwán para invertir en negocio familiar. Decenas de proyectos ayudan a personas vulnerables a salir de la pobreza en este deteriorado país con un Estado fallido que solo ofrece decepciones.

Llegó estos días a nuestro país una nutrida delegación de empresarios e inversionistas de la República China Taiwán con el objetivo de transmitir conocimientos de valor en áreas específicas de desarrollo industrial, entre ellas las derivadas de la potencialidad eléctrica que mantiene en alto el nombre de Paraguay en el mundo como campeón en energía renovable.

A más de ello, estas personas que representan corporaciones exitosas en ese emporio de progreso asiático ponen a disposición de sus pares paraguayos posibilidades abiertas de industrialización de alimentos, textiles, y el mejoramiento radical del desastroso servicio de transporte público de pasajeros en el área metropolitana con reconocidos buses eléctricos modernos y cómodos que con seguridad tendrán costos de boletos accesibles para los maltrechos bolsillos de los usuarios.

La noticia, alentadora y motivante para cualquier país que quiera impulsar su destino de progreso, más aún en estos momentos de franca depresión económica ocasionada por la pandemia, es sin embargo motivo de inflexión por parte de analistas políticos consultados por La Mira, quienes coinciden en recordar los centenares, tal vez miles, de proyectos conjuntos de desarrollo acordados con países amigos que han quedado por el camino debido a la “pandemia” de corrupción que históricamente golpea al Paraguay y que se niega a desaparecer por culpa de la impunidad.

A esta patología de perversión política se suman otros atributos propios del país, como la falta de organización y el apego al trabajo estructurado, donde siempre queda un vacío de contraparte ante la ausencia de un espíritu común de pertenencia, que nos ha llevado a ser tratados de país poco serio, a pesar de la retórica oficialista cargada de falsos positivos.

Afortunadamente, en el mar de falencias deslumbran puntuales programas de emprendedurismo o de pequeñas empresas que logran sustentabilidad y visión largoplacista, como carta de victoria ante la pobreza que golpea diariamente a las puertas de los hogares paraguayos.

Pese a la mala imagen del país, donde el propio vicepresidente de la Nación es acusado de «significativamente corrupto» por el gobierno de Estados Unidos, la Misión Técnica Taiwán mantiene latente un rostro sonriente de buena perspectiva alentada por la oferta de proyectos basados en experiencias exitosas cuyos resultados están a la vista en una nación pequeña como la nuestra que saca provecho a sus recursos con transparencia y patriotismo, materias pendientes en nuestro emblemático Paraguay.

Poco margen de Estado fallido tendría el Paraguay si pudiera capitalizar las ofertas generosas de colaboración de países amigos, como Taiwán, que invierte recursos e inteligencia para ayudarnos a alcanzar el desarrollo en variados rubros.

El Paraguay se encuentra ante el urgente desafío de despojarse de viejos estigmas descalificadores ante la necesidad de resetear la nación y revitalizar su vida con herramientas operativas exitosas, libres de manipulaciones, direccionamientos interesados y ninguneo serial a los intereses de la gente.

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