Después de casi 5 años de fracaso del gobierno de Abdo Benítez, la gente tiene por fin la herramienta del voto para reencauzar el país y decirle «no» al continuismo, por el bien del país y del destino de futuras generaciones. (Foto: Diario La Nación).

El año electoral culmina este domingo con las cruciales elecciones internas partidarias y mantuvo al país en “cambio muerto” durante todo este tiempo, suficiente para que el “gobierno de la gente” maneje a gusto y paladar los recursos públicos, destinarlos una parte a electoralismo rampante y postergar hasta nuevo aviso los graves compromisos con la población, en un momento donde campean la informalidad y su pariente más cercano, la precariedad.

La calidad de vida de los paraguayos se ha reducido al mínimo, con un nivel de pobreza alarmante y una expectativa de mejoramiento casi nulo, solo salvable mediante la iniciativa privada ante el largo feriado al que nos ha acostumbrado el buró político, inmerso hasta los tuétanos en campaña política en busca del ansiado continuismo.

Marito y su gente, en alianza con la mal llamada “oposición” -que en la práctica es el brazo cómplice del oficialismo distribuidor de cargos, licitaciones y prebendas- han llevado a la práctica, con el formidable acompañamiento de la prensa direccionada, un esquema de gobernanza contaminado por los desaciertos.

El gobierno ha incrementado la deuda pública hasta niveles nunca alcanzados, colocando la soga al cuello a generaciones futuras que tendrán que hacerse cargo de este peso que desangra el presupuesto y posterga indefinidamente el derecho de los paraguayos de acceder por fin a la vida digna que tanto pregona la clase política y que en estos últimos cuatro años y pico de Marito en el cargo de presidente presenta un cuadro deprimente.

La gente está cansada del gobierno fallido.

No pasa un día sin que al menos la mitad de los noticiarios aluda a hechos de inseguridad con casos de asaltos y robos que en la generalidad afectan a los “comunes”, mientras el otro país conformado por autoridades consustanciadas con la causa oficialista vive en un termo dorado, sin ser molestadas por indeseables y, mucho menos, por instituciones encargadas del destino y control de los fondos públicos.

El todo vale ha entrado en su apogeo, ante el temor fundado de que esta semana el abdismo lanzará toda la carne al asador, en espera de resultados negados por sondeos y encuestas que otorgan al cartismo una ventaja abrumadora como secuela lógica del voto castigo aprestado para Marito y su pandilla.

El presidente está desesperado por mantener el estatu quo y poder salvarse de la cárcel por casos seriales de saqueo, licitaciones amañadas, festivales de derroche con la plata del pueblo, viajes turísticos con rótulo de “oficiales” sin ningún provecho para el país, negociados feroces para su propio bolsillo, y un sinfín de perjuicios que tiene como corolario la muerte de 20.000 ciudadanos por culpa del covid y la mala campaña de lucha, para lo cual endeudó al país por al menos 2.500 millones de dólares cuyo destino se desconoce.

Los problemas del país no figuran en la agenda de Abdo Benítez.

Sí aparece en grado sumo el cartismo como una aguda piedra en su zapato, ante alardes de prepotencia y falsos positivos, cuyos resultados se podrán visualizar el próximo domingo, cuando la gente harta de este gobierno podrá optar por un destino mejor y más humano, amigable y justo, servicial y generoso, como lo dicta la Constitución Nacional y como han jurado cumplir las autoridades en el poder que, en los hechos, muestran una realidad cruel, contrastante e inmoral.

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