Hace unos años, la Plaza de la Libertad era lugar de encuentro ciudadano por su estratégica ubicación en los altos de la icónica bahía de Asunción, pero la irresponsabilidad de las autoridades convirtió el lugar en una porqueriza maloliente y vergonzosa. (Foto: diario Hoy).

El rápido despeje de plazas céntricas ocupadas por familias vulnerables sería apenas una estrategia de marketing político en plena época electoral porque no se visualiza una intención real de mudar de forma permanente a los afectados, que son en un 100 por ciento elementos de la cartera electoral de diferentes candidatos, tanto oficialistas como opositores, que mantienen en ese antro de irregularidades y promiscuidad a sus votos esclavos durante las elecciones.

Así interpretan vecinos del microcentro de Asunción la repentina disposición de las autoridades para hacer “desaparecer” del escenario visual las precarias casillas después de años de haber sido instaladas en la otrora atractiva y saludable plaza para convertirse en techos supuestamente provisorios para familias afectadas por las inundaciones del río Paraguay.

Con el paso del tiempo, y el estatus quo instalado por las propias familias con soporte político afín, la “Plaza de la Libertad” se convirtió en la “Plaza de la Vergüenza” por el aspecto devastado y bochornoso que presentaba el lugar, para vergüenza de quienes se animaban a transitar por la zona, rodeada nada menos que por el Congreso Nacional, el icónico edificio del Cabildo, la Universidad Católica Nuestra Señora de la Asunción, la Catedral Metropolitana y el cuartel central de la Policía Nacional.

Nada de esto importó a las autoridades correspondientes, quienes de forma relajada y sin ningún interés por mejorar el panorama de guerra que presentaba el lugar, permitieron que el “barrio” se agrandara, adquiriera rebeldía y formara una agrupación que se encargaba de mantener a distancia a quienes osaban en retirarles de ese “territorio liberado”.

Bajo presión mediática intensiva, los responsables de este desastre ciudadano decidieron trasladar a las familias afectadas en otro lugar improvisado, ante el sospechoso silencio de los moradores, seguros de que, una vez culminados los Juegos Odesur, volverán a ocupar la plaza con la complicidad de políticos amigos sedientos de votos en plena época electoral.

En medio de esta discusión, la ciudadanía asuncena reclama solución definitiva para el cíclico problema de los inundados, quienes por experiencia han convertido el tema de las reubicaciones en un negocio redondo con techo, abrigo y comida gratis, ofreciendo a cambio un antro minado de vicios y promiscuidad, donde la suciedad y la absoluta falta de organización saltan a la vista.

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