El mismo día que el embajador se encontraba en Ciudad del Este un diario de la zona publica un escándalo de agentes de Senad en «modo recaudación». La mayoría de las instituciones está cooptada por facciones criminales, ante el silencio generalizado.

La visita sin aviso del embajador de Estados Unidos, Marc Ostfield, a Ciudad del Este este miércoles, causó no solo sorpresa mayúscula en la siempre polémica zona de las Tres Fronteras sino una estela de preocupación generalizada no asumida por el gobierno de Abdo Benítez, salpicado por denuncias de inoperancia e incluso complicidad con el crimen organizado nacional y trasnacional.

Abordado por periodistas, Ostfield señaló su interés en “ver” algunos programas contra la corrupción y la impunidad que llevan a la práctica las autoridades de esa parte del país que, como se sabe, de alguna manera mantienen vínculos históricos con las organizaciones mafiosas y otros múltiples tipos de delincuencia y criminalidad que operan en la región.

En el momento que el diplomático y comitiva hacían su trabajo, un medio periodístico de Ciudad del Este publicaba en primera plana cómo operan los “agentes especiales” (según se hacen llamar) de la Secretaría Nacional Antidrogas (Senad) para generar ingresos ilícitos a través del repetido y siempre acallado esquema de “apriete” a los jefes de facciones criminales, en este caso distribuidores de droga que son obligados a “colaborar” con fuertes sumas de dinero para no ser molestados en sus perversas actividades.

Es secreto a voces que ostentar un cargo público en esa dinámica zona de frontera con el Brasil constituye la puerta de entrada al enriquecimiento rápido y fácil, que según el tiempo que le demande al corrupto potencial puede significar la diferencia entre el estatus quo inicial y la opulenta riqueza traducida en vida de reyes, en violenta comparación a los “comunes”, que deben arañar el día para no ir a dormir con el estómago vacío.

Caras largas se visualizaron durante la visita del embajador, tanto en Ciudad del Este como en Asunción, donde está instalada la mayor parte de la burocracia de las organizaciones criminales, que “trabajan” y “aportan” para la impunidad, especialmente a sectores y referentes políticos de alto nivel, en una trama estética perversa de poder y dinero.

Se espera que el viaje de Ostfield al Alto Paraná se traduzca en resultados positivos contra el crimen organizado en el Paraguay, que durante el presente gobierno de Abdo Benítez goza de inmunidad e impunidad.

Datos de agencias internacionales de noticias señalan que durante el gobierno de Marito fueron incautados en el exterior más de 55 toneladas de cocaína, que representan montos siderales en dinero.

La “merca” vulneró todos los sistemas de control y represión públicos, sin que ninguna autoridad haya sido señalada con el dedo y, mucho menos, pagara con su cargo semejante muestra de negligencia o complicidad.

Antes bien, el propio presidente de la República mantuvo firme en su puesto al ahora exministro Arnaldo Giuzzio, proveniente del riñón masista del izquierdista Partido Democrático Progresista (PDP), quien solo debió resignar su cargo y fuente de riqueza ilícita luego de salir a la luz público su vínculo con la mafia del narcotráfico.

Ostfield tiene mucho trabajo por delante, inclusive la investigación del esquema bancario que opera con las organizaciones criminales.

Los ricos propietarios de bancos mantienen en mayoría relaciones de “amistad” con el gobierno que les permiten pasar por encima de los mecanismos de control de dinero sucio que no solo deriva en un esquema de perversión pública sino permite larga vida a la actividad financiera con la multiplicación irracional de bancos y financieras a lo largo y ancho del país, sin ningún ánimo de rectificación.

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