Este rostro vincula al gobierno con la corrupción, negociados, pobreza y muerte, en el caso de las víctimas del covid. Con sus votos, el país se apresta a darle a Marito una bofetada electoral el domingo, y de esa manera poner fin a 5 años de desastre.

Detrás de la campaña patológica emprendida por el oficialismo abdista de la mano de la mal llamada oposición -que no es más que cómplice en las tajadas de poder- se esconde no solo un mero afán electoralista sino un esquema de perversión pública manifestada en estos cuatro años y pico de actual gobierno con una saga interminable de actos de corrupción a gran escala, que apenas salen a la luz debido a que los medios de prensa están totalmente secuestrados por la alianza continuista.

Mario Abdo quiere hacer creer a la opinión pública que su gobierno es bueno para el país, y que la gente vive bien, sin mayores imponderables que los derivados de la pandemia, como la falta de trabajo digno y detalles como el hambre por la ausencia del pan diario en millares de hogares que acusan el zarpazo de las carestías multiplicadas.

También busca instalar en el imaginario colectivo un proyecto inexistente de mejor vida para todos, cuando la realidad de su entorno señala índices patéticos de atraso en todos los aspectos de la vida del país, y nadie mejor que el usuario de a pie para cantar los sinsabores de un gobierno que desde el mismo momento que asumió comenzó a robar, no solo los recursos de la gente, sino la esperanza de millones de paraguayos que confiaban ciegamente en el hijo de la dictadura, que no tardó en mostrar sus afiladas garras para apoderarse del país y protagonizar un festín de negociados y derroches, préstamos hipotecarios siderales y secuestro de los medios a través de dulces licitaciones y otros tipos de “ayuda”, traducidos en millones de dólares de ganancias direccionadas.

Marito quiere hacer olvidar a la gente que es el culpable número 1 de la muerte de 20.000 compatriotas víctimas del covid, y otros miles de enfermos que hacinaron los hospitales sin remedio y sin camas, en una experiencia tan horrible como la misma muerte.

Muchas de estas verdaderas desgracias se habrían evitado si el gobierno no hubiera robado los millones de dólares endeudados al país a nombre de la lucha contra la pandemia. Nadie sabe a ciencia cierta el destino de esa plata, pero lo cierto es que no ha llegado a la población necesitada, ni antes ni ahora; sí se sabe que el ciudadano debe devolver cada centavo prestado por hombres vestidos de traje que aludieron representación nacional para poner nuestras cabezas en bandeja y lanzarlas a los leones.

Marito está confiado en sus amigos opositores y mediáticos, quienes en todos estos años le han preparado la mesa, y está a la pesca de más banquetes con bocados sacados de la boca del pobre.

En todos estos años, la administración pública ha permanecido cerrada para todo tipo de investigación y control. De esta manera, pronto se verán las consecuencias del libertinaje de gestión, cuando todo haya pasado y solo quedaran restos de la farra extendida de 5 años.

Mientras tanto, el gobierno y amigos están dando los últimos manoteos de ahogado, especialmente en busca del soñado fiscal general a medida, que tiene en Cecilia Pérez a la pieza clave para acompañar la impunidad, a pesar de los gravísimos cargos penales, civiles y criminales que pesan contra el hijo de la dictadura.

Abdo Benítez y sus amigos opositores añoran el continuismo, pero no cuentan con el formidable poder de los padres de familia del Paraguay, que a una sola voz hacen causa común contra la ideología de género y la degeneración en las escuelas.

El domingo próximo, los paraguayos tienen la oportunidad de decirle “no” a este gobierno plagado de irregularidades a través del voto consciente, en la seguridad de que nuevos vientos deben soplar en este país castigado y abusado por el oficialismo abdista y la mal llamada oposición, con el acompañamiento mediático afín, hambriento como está de seguir haciendo su parte en la impunidad de los corruptos y negociados feroces a costillas del manoseado pueblo paraguayo, en una escala de perversión público-privada que dejará nefastos antecedentes en la democracia direccionada que soporta el Paraguay.

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