Uno de los centenares de memes que disparan por las redes sociales donde se observa al ahora ex ministro con la mirada perdida, rodeado de millones de dólares de fondos públicos sin saber qué hacer, mientras millares de enfermos claman por atención oportuna y adecuada en el maltrecho servicio de salud poblacional.

Como colofón a una saga interminable de errores y desaciertos, finalmente el ministro Julio Mazzoleni puso fin a su desastrosa gestión al frente del Ministerio de Salud Pública, donde desembarcó de la mano de su amigo, ex compañero de colegio y padrino Mario Abdo Benítez, sin que se le haya conocido mérito alguno más que el de ser un buen médico.

Durante todo este tiempo en que se mantuvo en el cargo, Mazzoleni fue objeto de críticas por el manejo poco claro de la secretaría de Estado a su cargo, especialmente lo atinente al destino de los millonarios fondos para el covid, y actividades donde tenía involucramiento directo, como el problema de los hospitales desabastecidos, personal maltratado, falta de camas, medicamentos e insumos, entre tantos otros males heredados de tiempos remotos.

Lejos de constituir la autoridad idónea para la solución de los problemas de salud, el ministro por quien Marito puso la mano en el fuego comenzó con el pie izquierdo luego de que fuera acusado de robar millones de dólares destinados en los papeles a la lucha contra el covid y necesidades emergentes en toda la república, especialmente la disposición de locales, insumos y personal adecuado en el menor tiempo que, como es sabido, jamás lo ha cumplido.

En la peor época de pandemia, la figura de Mazzoleni entró en un compás de acerbas críticas de varios sectores, entre ellos su falta de resolución de cuestiones impostergables como la contratación de millares de equipos para terapia intensiva, medicamentos destinados a las personas diagnosticadas con covid, ambulancias y respuestas rápidas a las demandas de afectados.

Jamás explicó a la ciudadanía qué hizo con los fondos obtenidos por la cartera a su cargo para las contingencias de la pandemia y, en todo caso, ofreció cuestionadas conferencias de prensa donde el mismo se erigía en “estrella” inapelable, sin ninguna contraparte, posiblemente a cambio de publicidad oficial, vital para la sobrevivencia de las corporaciones mediáticas en un tiempo de severa crisis económica.

Ante cualquier cuestionamiento o pedido de relevamiento del cuestionado ministro surgía la voz de apoyo de su amigo Marito, quien ahora deberá morder el polvo de la derrota que significa el arreamiento de la bandera “mazzolénica” en la cartera de Salud, que deberá comenzar a remar de nuevo en busca de un ministro idóneo que pueda hacer frente con patriotismo y transparencia a la demanda de atención urgente de miles de paraguayos que padecen las secuelas de la discriminación y el olvido, haciendo malabares para sortear el costo de una receta, y deshojando margaritas para que su familiar internado no sea el próximo caído en medio de la precariedad reinante y el grito lastimero del personal de blanco en busca de un auxilio sanitario adecuado y oportuno.

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