La declarada ineficiencia del gobierno ha puesto al país patas para arriba, con instituciones ausentes y un estadío de corrupción e impunidad lacerantes. La anarquía de poder reinante pone en la cuerda floja a un perdido cuan inútil presidente.

“Este año no pasa”. Con esta lacónica y contundente frase se refieren estos días a la figura del presidente Mario Abdo Benítez conocidos referentes del plano político local, entre ellos algunos cómplices de Añeteté, que no ven un horizonte de transparencia en el Poder Ejecutivo sino negros nubarrones que presagian el peor escenario con un juicio político en franca maduración.

El descontento y la decepción se ha generalizado a nivel poblacional, donde campea la desesperanza por tiempos mejores en un lapso cercano, y las amenazas económicas son aún más fuertes que las arrastradas en el año de la pandemia, cuando millares de puestos de trabajo se cerraron y los perjudicados multiplicados por 5 deshojan margaritas para sondear dónde conseguir un pedazo de pan.

Del otro lado, nuevos millonarios aparecen en escena en el plano del poder, regodeándose en la abundancia con recursos públicos y denuncias que quedan en el opareí.

Las cárceles del Paraguay están vacías de corruptos, pero llenas de delincuentes comunes.

El país se mueve en este contexto como si no tuviera presidente.

Marito está totalmente perdido, sin el menor atisbo de poner el hombro para levantar de las ruinas al Paraguay.

Con este “ejemplo”, sus ministros y colaboradores en general se relajan y limitan sus responsabilidades, asegurándose dietas de primer mundo y privilegios para sus cercanos, mientras millares de jóvenes bucean con ansiedad en las páginas de los periódicos y las redes sociales en busca de empleo o changas para salvar el día.

La pobreza en el campo y las ciudades se ha incrementado exponencialmente por la casi nula actividad comercial y productiva, con excepción de la agroproducción extensiva, donde la mayoría de los jerarcas de los tres poderes del Estado tienen sus grandes intereses creados con buenos amigos y ampulosos ingresos.

El gobierno hace empatía con un Estado ausente, y el covid se encarga de hacer su parte para generar inseguridad con un sistema sanitario colapsado, sin insumos, pobre, a pesar de los millones de dólares endeudados por el gobierno a nombre de las víctimas, que hoy día no tienen dónde recibir atención o caer muertas.

En medio de este infierno popular, el nepotismo y los privilegios en el poder están a la orden del día.

El Ministerio Público oficia de brazo idóneo de las autoridades, y la justicia se allana al influjo de la superioridad.

El narcotráfico campea y se maneja a placer en un territorio sin muros ni fronteras, y los que visten uniforme o trajes con corbata, ante la anarquía reinante, solo piensan en incrementar sus ingresos con ilicitudes.

Lejos ha quedado el “Marito de la Gente” y el “Caiga quien caiga”.

Por su propio peso, nuestro improvisado presidente está en la cuerda floja, y seguramente nadie lamentará su destronamiento en un momento donde la rebeldía se ha apoderado de la gente, que pide a gritos desterrar de este país la perversa casta política reinante, a la que acusa de ser causante de todos los males, y de llevar al Paraguay a un estadío de miseria generalizada.

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