A partir de las próximas elecciones municipales, políticos de partidos tradicionales podrían recibir su castigo en las urnas, a tenor de la praxis democrática de electores chilenos que, hartos de autoridades sordas al reclamo popular, les dieron una bofetada a la hora de votar. En la foto, Miguel Cuevas, diputado acusado de desplumar recursos públicos. Foto: La Unión R800 AM.

En medio de la expectativa global se realizaron recientemente las anunciadas elecciones de la Convención Constitucional chilena que redactará la nueva Carta Magna, con cambios sustanciales inéditos en el devenir político del país trasandino y resultados aún inciertos pero con la esperanza de mejores días para todos, especialmente para el sector ciudadano abusado en sus derechos que, a través de las urnas, le dio un mazazo a los partidos políticos tradicionales en una terapia democrática que puede generar un efecto dominó contra los gobiernos represivos, abusivos y corruptos como el Paraguay.

Los movimientos independientes de Chile, entre ellos la sociedad indígena distribuida en todo el país, lograron una victoria resonante por encima de la derecha oficialista en el poder actual y, sorprendentemente, de la centroizquierda socialista y comunistas.

Los partidos tradicionales chilenos en las últimas décadas se han alternado en el gobierno central, postergando indefinidamente los clamores del pueblo representado por estudiantes, indígenas y ciudadanos de a pie que reivindicaban derechos fundamentales ante el silencio de sus autoridades, un escenario muy parecido al de Paraguay, donde el gobierno de Mario Abdo Benítez se ha embarcado en una cruzada histórica de saqueos, ineficiencia, corrupción generalizada y ninguneo sistemático del clamor popular.

La experiencia del electorado chileno, trasuntada en el histórico “sí” expresada en las urnas, bien puede replicarse en el ámbito electivo paraguayo, donde los partidos tradicionales, entre ellos el izquierdista Frente Guasu, también se han venido turnando en el poder gubernativo, cosechando solo miserias e instalando una situación de calamidad pública con volúmenes industriales de nuevos ricos vinculados al poder y una pobreza extendida a nivel de la población, que no tiene voz ni voto en las instancias de decisión porque sus “honorables” representantes en el Congreso se han plegado al festín con los recursos y privilegios públicos.

En medio de este pandemónium gubernativo, el presidente Mario Abdo Benítez se maneja en un horizonte oscuro y tenebroso, perdido en su laberinto y sin ánimo de reanimación, rodeado de aduladores codiciosos.

Seguramente lo ocurrido en Chile estará generando algún tipo de escozor en las altas esferas del poder político paraguayo, y es de esperar que el temor genuino de quedar en la llanura genere en ellos, los poderosos, una pizca de inflexión y arrepentimiento, y logre por fin enderezar el país torcido que han creado a la sombra de la traición al pueblo que les votó.

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