Militares colombianos durante una práctica de adiestramiento a soldados paraguayos hace unos años. Ahora retornan para mostrar en el terreno de operaciones la experiencia adquirida en los largos años de lucha antiterrorista contra las FARC.

Como secuela del fracaso en el norte, finalmente el gobierno paraguayo debió apelar a la colaboración de militares colombianos para ayudar a descifrar el misterio del Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP) y capturar a sus miembros, que según los datos están escondidos en los montes del norte, en un área específica de 50 kilómetros cuadrados, donde se mantiene campante desde hace dos décadas, sin que el ejército paraguayo pueda desarticular la agrupación armada que no reivindica ideología alguna, y que es señalada de integrar una mafia criminal con tentáculos en el narcotráfico y una variada gama de crímenes.

Se desconocen mayores detalles de la venida de los colombianos, y voceros del gobierno se limitan a informar sobre la importancia del apoyo, en un momento donde sectores de poder político y social reclaman respuestas contundentes e inmediatas, para honrar los millones de dólares destinados al sostenimiento de la fuerza creada específicamente para garantizar la seguridad pública y erradicar el EPP.

Ni lo uno ni lo otro.

Los más de 100 millones de dólares invertidos por la gente para mantener la pesada e ineficiente agrupación dotada de los mejores equipos, armas y logística, en todo este tiempo no han arrojado resultados sino decepciones en cadena.

La muestra patente de este estado de cosas es el norte de la Región Oriental, donde la veintena de miembros del EPP se mantiene a placer, tal como lo viene demostrando hace años.

En medio de este panorama, surge la responsabilidad asumida por el gobierno de Colombia para extender su mano generosa al Paraguay y logre finalmente erradicar al EPP, tarea extendida e indefinidamente pendiente del ejército paraguayo, que debe analizar una urgente reingeniería existencial con cambios de hombres y técnica de gestión operativa, entre tantas otras variables que, necesariamente, deben incluir resultados.

La consigna de “Vencer o morir”, que ha hecho famoso al ejército paraguayo, se ha desteñido por obra y gracia de uniformados que responden a la voluntad política de sucesivos gobiernos que, como está visto, han mantenido el foco de sus prioridades en otros compartimientos, alejados del interés general de la nación.

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