Reír para no llorar. Los memes no se hacen esperar con respecto a los precios del tomate, en este caso comparados con joyas. La situación amerita un mea culpa de la institución de referencia, el MAG, que históricamente se ve sorprendida por este tipo de imponderable que empobrece la mesa familiar.

Este jueves no se presenta favorable para las amas de casa del Paraguay no solo debido a los altísimos precios de la canasta familiar sino al ritmo creciente y sin ánimo de mejoría que experimentan rubros básicos del pan diario como la carne y las hortalizas, que subieron en picada y se mantienen fuera del alcance de los “comunes”.

“Oferta: Tomate a G. 17.400 el kilo”, reza orondo un cartelón de formidables dimensiones a la entrada de un supermercado capitalino ante los ojos desorbitados de clientes y ocasionales compradores que acuden en busca de algún tipo de generosidad de parte de los comercios que, por ahora, se queda latente y sin movimiento seguramente hasta temporadas mejores que no se avizoran en el tiempo y el espacio.

Los demás rubros de hortalizas no se quedan atrás, como la cebolla de cabeza que este jueves se oferta a G. 13.500 el kilo, y la papa, a G. 11.500 el kilo.

Se trata esencialmente de productos argentinos entrados de contrabando que deben cubrir las necesidades básicas de los hogares nacionales ante el apuro ocasionado por la ausencia de materia prima “made in Paraguay”, solo accesible a bolsillos solventes.

Se trata de una espiral ocasional generada por las malas políticas públicas arrastradas de épocas anteriores, en este caso del desastroso gobierno de Mario Abdo Benítez, donde el Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG) se ha convertido en un enorme elefante blanco con decenas de millones de dólares de presupuesto que nunca llegaron al pequeño sector productivo sino se han perdido en la burocracia, asesorías costosas e inoportunas e inútiles, coloridos márketing y sonora cuan hueca propaganda.

El MAG jamás ha preparado al campo paraguayo para absorber los desafíos que demanda el mercado nacional, ni hablar del internacional.

En la emergencia, a través de la plata pública ha dispensado plata dulce en formato de subsidios o préstamos nunca devueltos a los sectores más castigados o necesitados como víctimas de imponderables climáticos o el azote del contrabando.

La calidad de la producción nacional, con la honrosa excepción de la carne paraguaya (que pasa la factura al país con precios de oro) es sencillamente deprimente, si se tienen en cuenta aspectos de forma –como la presentación de los productos- y de forma, entre ellas la producción sustentable y sostenida.

El resultado está a la vista, con platos raquíticos y descoloridos para la población común, mientras otros sectores, como el político y el empresarial, nadan en la abundancia reclamando castigo para el contrabando y tirando a los leones la suerte de las sufridas amas de casa devenidas en artistas y prestidigitadoras a la hora de disponerse a preparar el plato diario.

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