Marito congratula a una agente antinarcótico y después enfiló a EE.UU. donde se presentó como campeón regional en la lucha contra el tráfico de drogas que, según informes de una ONG internacional, han sido falsos positivos.

Asociado hasta los tuétanos con la criminalidad, la corrupción del anterior gobierno de Mario Abdo Benítez trasciende fronteras y coloca a Paraguay como uno de los cuatro países con mayores índices de hechos criminales y delincuencia organizada, según un informe de la ONG “Iniciativa Global contra el Crimen Organizado Transnacional”.

De acuerdo a los datos, hace poco más de dos años Paraguay ni siquiera figuraba como país comprometido con la criminalidad, pero los guarismos dieron un salto estrepitoso en coincidencia con los dos últimos años de gobierno de Abdo Benítez.

El anterior jefe de Estado paraguayo es señalado de permitir la perversión del sistema de seguridad público en lo referente al control y represión del narcotráfico, y a pesar de las denuncias de incautaciones récord de droga en mercados de ultramar se empecinó en mantener en el cargo al entonces ministro secretario de la Secretaría Nacional Antidrogas, Arnaldo Giuzzio, considerado brazo armado del esquema de alianza líbero-abdista apoyado por holdings cooptados para procurar el continuismo del poder de la República en las pasadas elecciones generales de abril.

El nuevo ránking de Paraguay en el consenso de países con altos índices de crímenes y delincuencia organizada ubica a este país sudamericano en el selecto grupo de México y Colombia, en esta parte del mundo.

La estadística casi ha pasado desapercibida en los medios aliados al abdismo que, según se ha evidenciado en base a documentos oficiales del presente gobierno de Peña, silenciaron arteramente los abusos y latrocinio de Abdo Benítez a cambio de jugosas recompensas con la plata del pueblo, especialmente licitaciones amañadas o dirigidas por valor de millones de dólares.

La impunidad de dueños de medios de prensa paraguayos comprometidos con hechos delictivos, y posiblemente con supuestos casos de lavado de dinero, le ha posibilitado al gobierno de Marito zafar la crítica ciudadana y presentarse ante el consenso internacional como un presidente que lucha contra la mafia y el crimen organizado.

Giuzzio, el hombre de confianza de Marito, fue pillado en relación de amistad con Marcus Vinicius, un alto jefe del narcotráfico internacional de nacionalidad brasileña, pero el hecho fue interpretado apenas como una anécdota sin mayor trascendencia para los amigos del poder.

Así también, casos sonoros de corrupción que comprometían a “los hombres del presidente” han sido silenciados, y el resultado está ahora a la vista con un altísimo índice de criminalidad y toda la secuela que esta situación puede acarrear para la imagen país y la atracción para la instalación de inversiones, entre tantas otras consecuencias negativas.

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