Este tipo de autoconvocatoria ciudadana se ha extendido indefinidamente en todo el país, en medio de expresiones de repudio hacia la pésima calidad de gestión de los gobernantes y la urgente necesidad de hacer cambios profundos para revertir el caos nacional.

El último campanazo de la serie de desaciertos, errores y negligencias del gobierno de Abdo Benítez con la noticia de una supuesta mala praxis en el pago electrónico por vacunas (para la ciudadanía no hay dudas de que se trata de una entrega no vigilada para el prorrateo criminal de recursos públicos), ha generado una ola de indignación ciudadana que pone contra la pared a las autoridades y extiende indefinidamente el clamor generalizado de juicio político a Marito y, detrás de él, echar a la calle a la pléyade de ministros inútiles y corruptos que le rodean.

Las manifestaciones espontáneas autoconvocadas por la ciudadanía no significan más que el hartazgo extendido de una población abusada en sus derechos y ninguneada hasta el extremo.

Desde la negra época de la dictadura no se conoce algún gobierno que haya despreciado tanto el interés de la gente y, en la misma sintonía, privilegiado a los poderosos, que se erigen por sí mismos en dioses de un esquema de vida absolutamente vil y despreciable, con autoridades que compiten en ineficiencia en un mar de improvisaciones.

La República viste de negro, con un marco de negativismo que corroe los tejidos sociales, en medio de un gobierno perdido con síntomas de enajenación que no sabe dónde está parado.

Las denuncias, como nunca antes, están cajoneadas con 7 llaves, ofreciendo el escenario ideal para el festín de la corrupción con la impunidad cantada.

En medio de este desastre nacional, el presidente de la República no da la cara. Prefiere mantenerse en silencio por temor a meter la pata, como lo hace en cada presentación pública, y le hace decir a la población, a través de aduladores, que el país está bien pero que hay gente mala, interesada en difamar al gobierno, buscando idiotizar al pueblo y manipularlo a gusto y paladar, mientras ellos, los de arriba, se manejan en el privilegiado misterio.

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