La imponente infraestructura externa no se compadece de la podredumbre en el interior del IPS, donde campea impune un esquema de perversión financiera y asistencial en medio del silencio del gobierno y parlamentarios aliados en contubernio.

No pasa un día sin que salga a la luz alguna irregularidad asistencial o financiera en el Instituto de Previsión Social (IPS) que enfrenta su peor época de rapiñaje y miserable calidad de servicio mientras sus autoridades se pegan la gran vida con el dinero de los aportantes y nada dejan para el azar, en un combo perverso de corrupción generalizada que compromete por igual a quienes están en el timón de este desastroso barco a punto de hundirse y funcionarios sindicalizados que con su silencio forman parte del festín.

En momentos que agoniza el peor gobierno del pos-stronismo salieron estos días a dar la cara por las víctimas dos gremios internos, el sindicato de jubilados y el de médicos, que piden rodar cabezas y exigen reivindicaciones históricas dormidas durante esta y anteriores administraciones plagadas de denuncias, desacatos e impunidad, en una danza interminable de pimponeos donde siempre salen airosos los denunciados.

Mientras una nueva crisis sacude los cimientos de la institución creada en 1943 con visión de servicio integral para los trabajadores aportantes del Paraguay, una élite depredadora insaciable se ha instalado impune en las bocas de recaudación para facturar millones y millones a costa de los sufridos asegurados que deben sufrir los rigores de la corrupción.

Identidades de significativamente corruptos han venido contaminando los tejidos interiores del enorme hospital de trabajadores, entre ellos los últimos administradores, Andrés Gubetich y el actual Vicente Bataglia, señalados no solo de pervertir los valores y esencia institucional sino de  encabezar comilonas seriales de rapiña, con el silencio cómplice del gobierno e, increíblemente, de parlamentarios así arrodillados ante la imponencia autoritaria y prebendas codiciadas distribuidas graciosamente con el dinero ajeno por el entorno del exclusivo poder político de la senadora Lilian Samaniego, la “madrina” del IPS.

Por todo esto, IPS tiene un significado supremo para directivos, sindicalistas y cualquiera que quiera desembarcar con ánimo de acumular riqueza fácil y rápida, a sabiendas de la segura impunidad.

Por el lado de los trabajadores aportantes y jubilados, queda el sinsabor de tener que asumir los costos de mantener la pesada estructura de poder con un servicio sensiblemente malogrado, odioso y discriminativo donde la paciencia de los pacientes es exprimida hasta extremos inimaginables en medio de la absoluta y ominosa impunidad.

Compartir:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *