Marito practica su propio baile, mientras la gente «danza» en la calle al ritmo de tarifazos. Una pésima muestra de gobernabilidad que expone a la ciudadanía a un nivel de vida indigno y cruel.

Pocas veces el Paraguay habrá experimentado un momento tan álgido, quemante y con pocas esperanzas como ahora, cuando la canasta familiar gana terreno en las nubes y la gente debe hacer malabarismos para sortear el día, mientras en otros compartimientos los poderes fácticos se pegan verdaderos festines con los aumentazos establecidos por ellos mismos, con criterios extremadamente desconfiables.

La suba creciente de los combustibles bajo el liderazgo de los poderosos de Apesa es apenas el hilo de una madeja estereotipada de sectores de poder que buscan sacar tajada del menor traspié de la población, tal como ha ocurrido con la pandemia, cuando los robos y estafas se han mantenido a la orden del día y, lo peor, en medio de la más absoluta impunidad.

La guerra en Ucrania y los vaivenes en el precio del petróleo son utilizados como argumentos de valor para la disparada de incremento de los carburantes en Paraguay, especialmente el gasoil y la nafta, de consumo generalizado.

Sin embargo, está visto que el stock de Petropar aún mantiene reservas de adquisiciones anteriores, en todo caso de hace tres meses (por lo menos dos meses antes de la guerra), pero los tarifazos no se hicieron esperar y de esta manera tenemos combustibles con precios elevadamente artificiales que arrojan secuelas naturales de malestar y angustia.

De esta manera, la “guerra” también llegó al Paraguay, donde los “enemigos” utilizan otro tipo de “armas” para someter a la población a una situación de vida indigna y cruel.

Todo esto ocurre ante la permisibilidad complaciente del gobierno.

El presidente Abdo Benítez, en todo este tiempo ha dado señales de ausencia, manteniéndose encerrado y perdido en su termo dorado, ahupado por la prensa amiga.

Mientras, en la calle, la desesperación cunde y la ciudadanía engañada recuerda con animadversión al “Marito de la gente”, aquel que dijo abiertamente que abrirá una “línea directa” de diálogo con la ciudadanía para escuchar las inquietudes y obrar en consecuencia.

Ese mismo líder mentiroso aún tiene un año en el poder, hasta que “Dios y la Patria se lo demanden”.

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