Marito se ríe. Siempre se rió de los paraguayos porque manejó el país a gusto y paladar con la oposición postrada a sus pies y la ayuda condicionada de medios aliados. Hoy está libre de la prisión, rodeado de denuncias.

El expresidente de la República, Mario Abdo Benítez, desapareció del ambiente nacional para perderse en su propio laberinto de impurezas arrastradas durante los últimos 5 años, libre de la cárcel y seguramente rodeado de abyectos, esos que a cambio de los favores millonarios se mantienen firmes a sus pies, tratando de levantar al “muerto” como opción de valor para que la fiesta continúe.

Marito (ese nombre ha logrado insertar en la nomenclatura popular como señal de apego) se ha borrado no solo de los espacios donde acostumbra frecuentar, sino tampoco se le ve rodeado de abogados y guardias en alguna fiscalía para declarar por sus fechorías.

Antes bien, cree que aún goza de impunidad con la ayuda mediática aliada, la misma que le ha hecho su gobierno a gusto y paladar a cambio de prebendas y regalías con la plata de los comunes.

Una denuncia del expresidente de la República, Horacio Cartes, continúa sin novedades en la justicia. Se creía, se cree aún, que el dossier fiscal iba a mover el avispero en una sociedad donde todo se sabe, pero la expectativa continúa latente y corroe ciertos corrillos políticos y empresariales, no precisamente por la suerte que le pueda corresponder a Abdo Benítez sino por la luz y sonoridad que podrían emerger en perjuicio de los aliados.

Se leen aún estos días con mucho interés (fue tendencia por varios días), los negociados de un holding mediático con el gobierno de Marito a cambio de multimillonarios beneficios de todos los colores y calibres, en una muestra infame de cómo una información puede ser manipulada hasta extremos solo con el objetivo de que continúe el festival de derroche de la plata pública a través de la “amistad”.

Otro aliado mediático de sumo poder por el acaparamiento del espectro por parte de su dueño -asociado históricamente con el contrabando y otros delitos no menores- permanece llamativamente impune, mientras una legión de servidores perifoneros danzan un sórdido baile de conjeturas y presentimiento.

Cuentan que a Marito se le verá uno de estos días en alguna playa de su adorada Miami, donde ha sentado raíces con una mansión versallesca en la idílica costa oceánica, ahí donde anidan multimillonarios del mundo.

Mientras, “El Paraguay de la gente”, como le gustaba enunciar a su gobierno, sufre las secuelas de la corrupción y el crimen organizado, como legados indelebles de su desastre de gestión.

Deudos de las más de 20.000 víctimas fatales del covid culpan al expresidente de precipitar muchas muertes debido a la falta de infraestructura crítica, especialmente terapia intensiva, y la ausencia absoluta de información sobre el destino de los más de 3.400 millones de dólares (24.480.000.000 guaraníes aproximadamente, al cambio actual) acumulados de préstamos y donaciones.

Los paraguayos tampoco olvidan los más de 60 toneladas de cocaína que durante su gobierno, en la Senad de Giuzzio, fueron incautados en mercados del exterior, mientras el entonces presidente del Paraguay se paseaba por escenarios y plataformas internacionales para hablar de las bondades de su gobierno y su lucha contra el mal, y sus exposiciones eran divulgadas en gran destaque en las primeras planas de los medios amigos, esos mismos que, en la trastienda, desarrollaban a cuerpo entero una feroz campaña electoralista, como no se tiene antecedentes en virulencia y perversidad, con la mano abierta del embajador estadounidense, la “intelectualidad” unida en mancomunión, e incluso la iglesia.

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