El influyente ministro de Marito gesticula durante una de sus diarias intervenciones mediáticas, donde emite informes pero pasa por alto su obligación de dar respuesta certera al clamor generalizado de la gente sobre la falta de insumos y corrupción impune.

Como si la opinión ciudadana generalizada y, más aún, de sus propios colegas médicos, no significara relevancia para la buena gestión institucional, el ministro de Salud Pública, Dr. Julio Mazzoleni, pasa por alto las graves denuncias de carestía y precariedades en el sistema de servicio sanitario, exponiendo ante la consideración nacional e internacional el grado de ineficiencia arrastrado en todo este tiempo, donde no ha ensayado siquiera una reflexión sobre sus acciones y omisiones, continuando como si nada malo pasara en el país.

La pandemia de coronavirus ha expuesto la incapacidad de gestión del amigo de Marito, quien, como toda respuesta a los reclamos en su contra, carga a los hombros de la ciudadanía la responsabilidad de los contagios y nada hace para dotar a los centros hospitalarios de una infraestructura acorde a la demanda de atención oportuna y adecuada.

Cuando se creía que el escándalo protagonizado por el Dr. Juan Carlos Portillo (viceministro de Salud Pública autoseparado del cargo luego de un criticado episodio de farándula en plena pandemia donde violó el protocolo que el mismo se encargó de instalar en la gente) produciría un urgente análisis de gestión de la cartera, de nada ha servido para introducir cambios en la cúpula de gestión institucional y el resultado está a la vista con centenares de contagios al día y más muertes, entre ellos de colegas de Mazzoleni que caen en el campo de batalla, víctimas de un sistema de perversión sistemático que incluye graves episodios de negociados con los fondos destinados a enfrentar el coronavirus.

“En este país nadie renuncia”, dijo el presidente de la República hace unos días, cuando se le preguntó si tenía planeado cambiar al inoperante ministro del MAG, Rodolfo Friedmann, en un sorpresivo sincericidio que permite develar dos cosas: 1) que ni Friedmann ni Portillo renunciaron, sino fueron echados, y 2) que Mazzoleni no renunciará mientras él mismo no lo degrade a la condición de desempleado.

Mientras los amigos se atornillan a sus cargos, a pesar del clamor generalizado de “¡Que se vayan todos!”, la gente sigue enfrentándose a pecho gentil con el coronavirus, en la seguridad de que, ante una contingencia de sospecha de contagio, no tendrá a mano los cuidados que necesite porque el sistema de salud está en terapia, y está claramente demostrado que no existe voluntad política de nadie, comenzando por el presidente Marito, de poner freno al estado de cosas, sino más bien continuar con el carnaval de negociados con los millonarios fondos del covid y la cruel inversión de miseria en los centros sanitarios de atención pública.

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