El exsenador Eduardo Friedmann fue imputado por corrupción en el manejo de multimillonarios recursos del almuerzo escolar, pero nunca fue molestado por la justicia. Impune como este amigo de Marito están decenas de intendentes por robar el bocado de niños.

El escenario patético y vergonzoso, por decir lo menos, que expusieron este lunes los intendentes municipales de localidades del interior frente a Mburuvicha Róga en Asunción revela el grado de desvergüenza que infecta a esa gente que dice defender los intereses del pueblo que se animó a votar por ellos y depositarles su confianza.

En realidad, y para ser francos, lo que estos manguruyúes pretenden es que el Gobierno vuelva a entregarles las decenas de millones de guaraníes destinados al programa de almuerzo escolar que, está visto y probado, en todos estos años solo han servido para engrosar las cuentas corrientes personales de los intendentes y sus cómplices, entre ellos directores e incluso maestros que con su silencio se prestan a esa gigante asociación ilícita para delinquir.

El manejo discrecional de los fondos, que orillan los 200 millones de dólares para el presente año lectivo, y la presentación de estadísticas arteramente falseadas para sortear los endebles controles del Estado, ofrecen a los titulares municipales la posibilidad abierta de enriquecerse fácil y rápidamente, sin importar que de esos millonarios fondos depende la necesaria nutrición de millares de niños que acuden a las escuelas con niveles reducidos de valores químicos esenciales como producto de la falta de alimentos en la dieta familiar.

Se trata de una práctica común y extendidamente infame porque esos supuestos representantes de la gente lucran descaradamente con el estómago de los niños, de forma abierta y lejos del alcance de la justicia, que hasta ahora no ha logrado meter preso a nadie de las decenas de denunciados e imputados por los delitos de lesión de confianza y estafa, e incluso asociación ilícita con la complicidad de elementos de la fauna política afín, familiares, amigos e incluso amantes que se prestan al festival de rapiña, según puede observarse en los considerandos de las mullidas carpetas fiscales que duermen en imperturbables instancias judiciales.

“Queremos la plata”. Ese es el mensaje transmitido por los intendentes este lunes frente a la casa oficial del presidente Santi Peña, quien como nunca enfrenta una asociación de rapiñeros ávidos por echar mano de recursos siderales reservados para el bienestar escolar.

A falta de pocos días para el inicio de clases, el gobierno aún mantiene en veremos el reclamo de los titulares municipales que, por un día, dejaron de lado su confort habitual y ninguneo a los intereses de la gente para venir a Asunción a “defender su puchero”.

Agazapados tras bambalinas aguardan la buena nueva de Santi esperanzados parientes, correligionarios y una lista selecta de interesados en seguir manoteando de los niños el sagrado bocado diario, a sabiendas de que la posibilidad de que vayan presos por sus fechorías es imposible.

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