El cuestionado embajador estimula la participación de la gente en la gran propuesta cultural gay, contrariando abierta e impunemente las buenas costumbres de la sociedad paraguaya con la bendición del gobierno, oposición y medios afines.

El embajador de los EE.UU. en Paraguay, Marc Ostfield, es significativamente inmoral para el pueblo paraguayo porque su condición de homosexual, reconocido por él mismo y aplaudido por el gobierno, afecta las buenas costumbres y tradiciones cristianas mayoritarias del país, y también le falta el respeto a la familia paraguaya, históricamente religiosa y conservadora.

Así expresa un original posteo en las redes sociales que, con el formato de Carta Abierta, está dirigido por Juan Pueblo al gobierno de Estados Unidos.

La publicación menciona artículos puntuales de la Constitución Nacional del Paraguay.

CAPITULO IV

DE LOS DERECHOS DE LA FAMILIA

ARTICULO 49 – DE LA PROTECCION A LA FAMILIA

La familia es el fundamento de la sociedad. Se promoverá y se garantizará su protección integral. Esta incluye a la unión estable del hombre y de la mujer, a los hijos y a la comunidad que se constituya con cualquiera de sus progenitores y sus descendientes.

ARTICULO 50 – DEL DERECHO A CONSTITUIR FAMILIA

Toda persona tiene derecho a constituir familia, en cuya formación y desenvolvimiento la mujer y el hombre tendrán los mismos derechos y obligaciones.

NO DICE UNIÓN DEL MISMO SEXO

La imagen moral del embajador de EE.UU. en Paraguay, Marc Ostfield, es significativamente inmoral para nuestras costumbres.

Además, el Paraguay es país libre e independiente, como lo reza la Constitución Nacional.

DE LAS DECLARACIONES FUNDAMENTALES

ARTICULO 1 – DE LA FORMA DEL ESTADO Y DE GOBIERNO

La República del Paraguay es para siempre libre e independiente. Se constituye en Estado social de Derecho, unitario, indivisible, y descentralizado en la forma que establecen esta Constitución y las leyes.

La República del Paraguay adopta para su gobierno la democracia representativa, participativa y pluralista, fundada en el reconocimiento de la dignidad humana.

ARTICULO 2 – DE LA SOBERANIA

En la República del Paraguay la soberanía reside en el pueblo, que la ejerce, conforme con lo dispuesto en esta Constitución.

PAIS LIBRE, INDEPENDIENTE Y SOBERANO

No se permite ninguna injerencia extranjera en las decisiones internas de la República del Paraguay.

Además, el pueblo paraguayo es cultural, tradicional y religiosamente CRISTIANO.

El cristianismo rechaza «bíblicamente» toda unión de personas del mismo sexo. En el Antiguo Testamento, Libro Levítico 20:13 dice:

«Si un hombre tiene relaciones sexuales con otro hombre como si fuera con una mujer, ambos han hecho algo repugnante y deben morir; serán los responsables de su propia muerte”.

De hecho, ese era el pecado de Sodoma, y de ahí la denominación «sodomita» en referencia a los homosexuales.

En el Nuevo Testamento, 1ª de Corintios 6, Dios rechaza a los afeminados, y en 1ª de Timoteo, Dios condena concretamente a los homosexuales, entre otros pasajes que sentencian los actos sexuales depravados.

“En consecuencia, este degenerado embajador norteamericano en Paraguay ha venido a agredir nuestras leyes, nuestros principios, nuestra moral y nuestras buenas costumbres”, señala Juan Pueblo, que hace mención explícita al gobierno nacional, en la persona del presidente Mario Abdo Benítez, a los políticos de la oposición y a los dueños de las grandes empresas periodísticas, por aplaudir al embajador norteamericano y callar solidariamente su condición de degenerado sexual condenado por las leyes de Dios y explícitamente censurado por la Constitución Nacional de la República del Paraguay y la familia cristiana paraguaya.

El efrainismo también apoya a full la cultura gay en Paraguay, con el agravante de que, en el ruido del electoralismo y sediento de votos, dice sin rubor alguno que uno de sus grandes objetivos presidenciales es «vida digna» para las familias paraguayas.

En medio de estos flirteos de perversión condenados por Dios y la propia Constitución Nacional, la Iglesia paraguaya no da señales de existencia, manteniéndose ciega, sorda y muda en un momento donde está en serio peligro la institución familiar y el futuro del país.

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