El otrora humilde fiscal Hugo Velázquez, quien ejerció un tiempo en la rentable Ciudad del Este, deja ver su patrimonio, que disparó exponencialmente en todos estos años, en clara demostración de las bondades de ejercer el poder político en Paraguay.

Muy atrás quedaron en el tiempo, y sepultados en los archivos, momentos gloriosos en la historia del país que eternizan el apego a la cosa pública y la práctica del patriotismo para honrar los cargos en la gestión de Estado o de gobierno.

Del rico anecdotario popular se extraen páginas memorables, como aquella que narra cómo el ex presidente de la República, Eusebio Ayala, se negaba en lo posible a utilizar la estructura pública para su uso personal, incluso en sus funciones de Estado, con el argumento de que la patria necesitada requería del sacrificio de sus hijos, en los años dolorosos de la posguerra con Bolivia.

En la época del Alfredo Stroessner, cuando el poder político se confundió en abrazos con las finanzas públicas, comenzaron a emerger millonarios de la noche a la mañana con la puesta en práctica de un esquema de privilegios selectivo, que en todos los casos obtenía pingües beneficios económicos sectarios, familiares e individuales en los ámbitos de poder donde les tocaba a las sacralizadas autoridades públicas servirse de la patria.

Esa práctica envilecida, y atormentadamente discriminatoria con los “contestatarios” del poder dominante, se fue extendiendo indefinida e impunemente con todos los sucesivos gobiernos “democráticos”, hasta llegar al régimen actual del presidente Abdo Benítez, donde nada ha cambiado sino empeorado en muchos aspectos, como la práctica extendidamente cuestionada de regalar cheques en blanco a administradores de los fondos del covid para echar mano de ingentes montos de plata dulce, en medio de un escándalo generalizado que no genera atisbos de arrepentimiento por parte de los involucrados, y cero resultado de parte del Ministerio Público, que supuestamente debe velar por los intereses de la gente.

Noticias divulgadas estos días por la prensa paraguaya compiten en destaque sobre la declaración jurada de bienes de funcionarios públicos.

Con la fundada sospecha ciudadana de que la mayoría (posiblemente todas) las declaraciones contienen datos falsos, a nadie pasa desapercibida la rentabilidad de ejercer cargos en el gobierno para dar el adiós a la pobreza en el momento “adecuado” y oportuno.

“Me equivoqué de profesión”, expresa en su sitio social el contador público Genaro García, tras darse por enterado, a través de la prensa, de las fortunas acumuladas por muchos “servidores públicos” en su paso o permanencia en cargos de poder.

Folclóricos memes se han sumado a las expresiones de repudio, aunque no de sorpresa, de la gente, que se ha acostumbrado dolorosamente a convivir con las noticias de corrupción, y consentir impotente cómo se abren paso en la sociedad y acaparan los flashes autoridades y referentes del poder político a quienes hemos premiado con nuestra confianza y nuestros votos, y nos han recompensado con la miseria.

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