El anterior director abdista de Copaco salió por la puerta de atrás tras dejar la telefónica en estado de ruina pero no a los sindicalistas y sus familiares con jugosos cargos y nada de productividad, según las denuncias. (Foto: Diario HOY).

Con deuda fija de unos 112 millones de dólares, y en constante crecimiento ante la ruina declarada, saltan a la vista errores procedimentales y negligencias de variados calibres que han venido haciendo metástasis en el interior de la telefónica estatal Copaco, al punto que la monopólica empresa que se niega a morir realiza coletazos de ahogado en medio de reanimaciones que, en el fondo, no visualizan una solución a corto o mediano plazos que no sea el de la venta accionaria o la asociación, algo impredecible en un escenario donde nadie quiere hacer negocios con un muerto.

De acuerdo a los datos, la ex Antelco arrastra una deuda de G. 834.726.893.406, la mayor parte de ella heredada del gobierno de Abdo Benítez, el mismo expresidente acusado de pervertir la función pública y lampiñar los fondos del Estado con ayuda mediática amiga.

La antigua institución estatal ya venía sufriendo reveses consecutivos de coste millonario a partir del gobierno del expresidente Juan Carlos Wasmosy, cuando se convirtió en una sólida fuente de trabajo y planillerismo para adherentes oficiales, en una carrera imparable que provocaba millonarios desangramientos de recursos con la “ayuda” de la rosca sindical, integrada por incondicionales al poder y el dinero sin importar la calidad del servicio, que empeoraba imparablemente hasta que Marito se encargó de darle el golpe de gracia.

Hoy día, la telefónica devenida en empresa supuestamente privada con 99 por ciento de capital estatal navega en aguas turbulentas.

A medida que corren los días de gestión de la nueva administración surgida con el gobierno de Peña salen a la luz entramados oscuros de administraciones corruptas.

Datos recabados por La Mira afirman que una de las operadoras privadas de telefonía móvil tiene mucho que ver en la precarización de los servicios a través de irrigadas razones instaladas en los altos mandos ejecutivos y la vista gorda del sindicato de empleados, que pasaban arteramente el “detalle” a cambio de jugosos puestos laborales para familiares, lo cual puede ser fácilmente comprobado en la planilla de cobros.

De esta manera, la ambición personal de sindicalistas y la mano amigo de sucesivos presidentes de la estatal llevaron las cuentas a un estado de rojo vivo, elevando las sospechas de asociación ilícita e impunidad.

Con este escenario, es lógico deducir que los sindicatos se niegan a muerte a la venta de la empresa, seguros de que se quedarán en la calle porque la mayoría de ellos desconoce manejos técnicos de una corporación telefónica, aunque sí acumulan sobrados conocimientos de “técnicas de sumisión y dinero fácil”.

“Todos ganan acá, menos los usuarios”, se escuchó decir estos días a un cliente indignado de Copaco tras alegar que el mismo se ha hartado de convocar por los medios adecuados a un técnico de la empresa para recuperar el servicio interrumpido hace meses luego de una tormenta.

“Creo que tienen más de 7.000 pedidos de socorro técnico de clientes acumulados en meses de relajo de la empresa, que no mueve un dedo para revertir la situación mientras suman los indignados que emigran hacia las telefonías fijas sin que este gran detalle pareciera incomodar a los directivos de Copaco y menos aún a los bien acomodados sindicalistas”, disparó en su red social el indignado Bernardino José Miranda.

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