Santi Peña, arrasa en las escuestas y es considerado seguro ganador en las compulsas del domingo. Efraín sumaría un nuevo fracaso, junto con aliados globalistas y holdings mediáticos que han practicado una campaña sucia y pestilente.

Tambores de guerra resuenan acompasados en los puestos de comando electoral de los partidos políticos del Paraguay en espera de la “madre de las batallas” prevista para este domingo, con la salvedad de que en esta ocasión están en juego intereses vitales de la gente y del país en medio de la amenaza del progresismo internacional que desde un primer momento ha tratado de marcar tendencia en una población acostumbrada a santiguarse y resistir con uñas y dientes cualquier intento de torcer su convicción cristiana, como ocurre en estos momentos.

Mientras la Lista 1, que propone la candidatura a presidente de la República del colorado Santiago Peña, enarbola como bandera la defensa de la vida y la familia, el que está segundo -posiblemente tercero- en la lista de preferencias Efraín Alegre ha conformado una coalición de partidos y movimientos de poca monta que agitan la bandera del globalismo perverso como estandarte.

Como se sabe, el globalismo es una secuencia de la Agenda 2030 que, entre otras perlas, defiende a ultranza y hace apología abierta de la ideología de género, el matrimonio gay, el aborto y otras especies de degeneración humana que buscan en esencia la destrucción de la familia consagrada por el cristianismo.

Efraín ha volcado su campaña no en divulgar sus proyectos de trabajo y hablar claro sobre sus inclinaciones “progres” o con la zurda radical, sino en disparar veneno maloliente contra el candidato colorado quien, por méritos propios, presenta el mejor perfil de entre todos los presidenciables, con una formación académica envidiable, una hoja de vida impecable y antecedente intachable, tanto a nivel nacional como internacional.

El líder liberal amontona patinadas verbales en cada presentación pública, como aquella donde dio a conocer su gabinete de ministros ante el estupor colectivo que le trató de delirante, o como aquel “proyecto” de crear una secretaría especial para la recuperación de fondos públicos robados, o romper lazos diplomáticos con Taiwán para lanzar al Paraguay en los brazos de China.

En contrapartida, Santi Peña se ha cuidado de lanzar prenda alguna sobre integrantes del nuevo gobierno y, en todos los casos, defiende los lazos históricos con la hermana nación de Taiwán.

Un punto que el candidato de la Concertación ha pasado por alto es su condición de propiciador de la injerencia de Estados Unidos en Paraguay en contra de la letra y el espíritu de la Constitución Nacional y de la propia Carta de las Naciones Unidas que prohíbe la injerencia de un Estado en otro e incluso hace alusión específica al caso de Paraguay afirmando que el país norteño comete “intromisión” en nuestros asuntos internos donde oficia de juez y parte, estableciendo sentencias “unilaterales” (sic) en clara violación a la seguridad jurídica de la Nación que consagra el derecho a la defensa como garantía procesal.

Por un lado, Efraín pontifica alegremente sobre democracia, y por otro está involucrado hasta los tuétanos con la autocracia y el fascismo representados por el progresismo rampante, manejado entre bambalinas por soldados de la perversión distribuidos arteramente en instancias de dinero, autoridad y poder, campo fértil para el presidenciable sin trabajo que busca la gloria difamando y calumniando a todos quienes se ponen en su camino.

Santi no solo le supera abrumadoramente a Efraín en intención de votos, según todos los sondeos y encuestas de opinión, sino muestra una superioridad magistral como persona y apego a la voz de la gente, la misma que busca respuesta a sus necesidades y reclamos, y quiere vivir mejor.

Los dueños de las propiedades privadas tienen en el candidato de la Lista 1 el respaldo que hace años esperan impacientes, especialmente luego de que hordas salvajes de supuestos campesinos sin tierra convertidos en solventes industriales de madera, carbón, marihuana y abigeato comenzaran una cacería de tierras ajenas que en un 95% se mantiene impune.

El pacto firmado con la izquierdista y bolivariana Federación Nacional Campesina (FNC) expone el perfil alevoso de Efraín, quien no muestra cargo de conciencia alguna a la hora de prometer “legalizar” las invasiones a cambio de votos.

Durante los infaustos sucesos registrados con la intromisión abierta de Estados Unidos en los asuntos internos de la República del Paraguay, Efraín se llamó a silencio, recluyéndose en su termo electoral rodeado de traidores que, como él, miraban para otro lado cuando la potencia extranjera ultrajaba a gusto y placer nuestra soberanía.

Nos imaginamos el giro radical que hubiera dado en caso de que algunos de sus copiosos correlí, entre ellos el mismo Efraín, pasaran a integrar el selecto grupo de significativamente corruptos.

El hecho de que solo jerarcas colorados integren la lista negra de Estados Unidos pinta a cuerpo entero la intención norteamericana de fundir a la ANR con el apoyo y complacencia de la oposición, léase el efrainismo liberal, y holdings mediáticos aliados que han cauterizado su conciencia a cambio de jugosos contratos con el Estado.

Hay una enorme diferencia entre Santi Peña y Efraín Alegre, y el soberano podrá sacar conclusiones de valor para acudir con convicción el próximo domingo a depositar su voto, a sabiendas de que estará apostando por un Paraguay que defiende la vida, la familia, la propiedad privada y la soberanía nacional.

Por el otro lado, el elector tiene la opción de plegarse al plan diabólico de transformar este país en un vergel de degeneración donde los gays tienen más derechos que cualquier persona de a pie, donde el aborto es práctica legal y donde un hombre puede contraer matrimonio con otro hombre (mismo caso las mujeres) con cuerpos legales específicamente creados para ellos para una vida en plenitud con bienestar y derechos.

Compatriotas, votemos por la vida, por la familia, por el respeto de la propiedad privada y por la recuperación de la perdida soberanía nacional.

Solo de esta forma “Vamos a estar mejor”.

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