Imagen apocalíptica publicada por latercera.com que expone ante el mundo el desastre provocado por el covid en el gigante sudamericano y que coloca al polémico presidente Bolsonaro a las puertas de un impeachment.
Los 271.628 casos positivos y 18.000 muertes por coronavirus registrados hasta este miércoles, que colocan al Brasil como el tercer país del mundo con la mayor cantidad de infectados, han instalado un aluvión de críticas al presidente Jair Bolsonaro, a quien acusan de precipitar el desastre sanitario sin precedentes en toda la historia del gigante sudamericano y hacer méritos para una eventual destitución, coinciden en afirmar medios periodísticos.
“Si en este momento no le sacan del poder es porque la ley establece que debería realizarse nueva elección presidencial, lo cual no ocurriría si le echan del poder a Bolsonaro en diciembre, porque para esa fecha ya podrá asumir el actual vicepresidente, Hamilton Mourâo”, afirmó un observador político abordado por la prensa carioca.
Sostuvo que la elevada moral pública que incidió en la victoria presidencial de Bolsonaro se ha desteñido, al punto de desmoronarse en el aspecto sanitario con las sucesivas decisiones equivocadas, endilgadas en más de una ocasión a órdenes personalistas, contrarias a las recomendaciones del Ministerio de Salud, específicamente en los temas de circulación de personas y la dinámica social.
El observatorio social brasileño afirma que el desborde de casos declarados de coronavirus no es producto de la casualidad originada en la agresividad del microorganismo patógeno, como muchos analistas sostienen, sino como resultado de errores políticos y de procedimientos, entre ellos la transgresión sistemática de las recomendaciones de aislamiento social obligatorio, noticias falsas acerca de un supuesto descubrimiento de una vacuna contra la enfermedad que relajó las medidas sanitarias, y los cambios recurrentes en el Gabinete de Bolsonaro que han dejado una estela de descontento acerca de la calidad de la gestión pública.
En su momento, luego de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) declarase oficialmente la pandemia de covid-19, y cuando en la ciudad de Wuhan (China) alertaban acerca de su fatalidad, Bolsonaro echó de menos el aviso y tras calificarla de “gripecita” se negó a seguir las reglas sanitarias establecidas para evitar la propagación el contagio.
“Las fronteras no serán cerradas”, dijo también públicamente, en alusión a la necesidad de no cortar el circuito económico con el argumento de que, en ese caso, más que enfermos el país cosechará pobreza extendida.
“Su falta de tino, inteligencia y previsión, sumada a su política de oídos sordos a recomendaciones de expertos, han llevado a nuestro Brasil a un estado de calamidad extrema con una pobre imagen internacional que quedará grabada por mucho tiempo, y lo peor es que no da el brazo a torcer, manteniendo un falso optimismo y mostrando una posición dura e intransigente, impropio de quienes se presentan como líderes”, opinó un conocido politólogo.
Mientras los hospitales se llenan de positivos, los cementerios de tumbas improvisadas, la salud pública muestra colapso por desborde de demanda y la población sufre las secuelas del desempleo, en un sector de Itamaratí deshojan margaritas por un eventual juicio político como carta de consuelo y la esperanza por días mejores para el gigante sudamericano, tocado con fuerza en su orgullo de paraíso vacacional y atributos propios que la han hecho sobresalir en diversos ámbitos del deporte, el turismo, la música, las artes, el colorido y el sano esparcimiento, con dramas complicados en materia de delincuencia organizada.