Pancartas desplegadas durante la manifestación del lunes coinciden en el rechazo a más deudas y la transparencia en el uso de los 2.400 millones de dólares que maneja el gobierno para invertir supuestamente en el pueblo perjudicado por la pandemia.
Como un balde de agua fría cayó en el irritado ánimo ciudadano la noticia surgida de fuentes de la cartera de Hacienda acerca de una nueva aventura de préstamo millonario que articula el gobierno para hacer frente a la reactivación económica, teniendo presentes los pronósticos desmoralizantes acerca del severo golpe que acusará la economía regional como secuela de la pandemia de coronavirus.
De acuerdo a los datos, el polémico ministro Benigno López está detrás de la nueva espada de Damocles apuntando amenazante al país, que no termina de acomodarse para responder sin sofismas al reclamo de transparencia en el uso de los fondos del covid, que hace meses acapara la atención por los detalles escalofriantes del esquema de perversión pública instalada por autoridades y referentes privados, unidos con el mismo fin: apropiarse bajo diversas modalidades del dinero destinado a la gente.
Evidentemente, los casi 2.000 millones de dólares obtenidos de préstamos internacionales, supuestamente blandos y de larga data (para extender más el sufrimiento de la gente), no alcanzan para financiar los “proyectos de oro” del gobierno, destinados en los papeles a levantar el país de la postración económica y social que dejará la pandemia, azuzada por pronósticos harto desalentadores de sucesivos expertos vaticinadores.
Lo cierto y lo concreto es que los ordenadores de gastos, con el presidente Abdo Benítez a la cabeza, han perdido credibilidad y confianza, a tenor de los escándalos sucesivos con los robos documentados de fondos del covid, a través de alianzas amañadas que quedaron al descubierto y expusieron ante el consenso nacional e internacional el ingenio criminal de los involucrados.
Mientras esto ocurre, en instancias del Ministerio Público deshojan margaritas y dejan pasar el tiempo en pos de la ansiada impunidad, denunciaron el lunes pasado referentes de gremios de trabajadores y obreros durante la gran manifestación realizada en la Costanera de Asunción.
Hasta ahora, casi cuatro meses después de la alerta del coronavirus y la declaración de cuarentena sanitaria, poco o nada se sabe del destino de los millones.
“¿Dónde está la plata?”, se pregunta la población, ensayando ademanes irreverentes sobre la calidad de gestión de gobierno y de Estado.
En medio del caos que vive la República, por las acciones equivocadas y las inacciones declaradas, escuchar el sonido chasqueante de más dinero fresco para las arcas rebosantes del gobierno genera un rechazo generalizado.
El ciudadano tiene miedo de que nuevamente le metan las manos en los bolsillos, y que los nuevos ricos emergentes a la sombra del covid acaben por hipotecar definitivamente el futuro de nosotros, los comunes.