Soldados inspeccionan el resultado de su trabajo contra el EPP: mucho material de propaganda, logística, armas, municiones y fotos. De los miembros de la banda terrorista, solo memoria. La gente quiere saber qué pasó en Yby Yaú.

El gobierno del presidente Mario Abdo Benítez enfrenta un momento sumamente delicado en su incidentado proceso de consolidación y afianzamiento, por llamarlo de alguna manera, en el camino a la institucionalidad ausente.

Desde que asumió el cargo, Marito se ha visto contaminado, por acción u omisión, de severos hechos y cuestionamientos que, con el correr del tiempo, y cuando apenas han transcurrido dos años de mandato, presenta un escenario francamente patético y desolador.

“No la pega una”.

El posteo de un indignado, institucionalizado a nivel ciudadano, es honrado al pie de la letra por Marito, que no solo demuestra una supina capacidad de mando y autoridad, sino se empecina en sus trece, manteniendo en su cargo a todo el gabinete, como si se tratara de un equipo medianamente eficiente.

Las denuncias, que fluyen de casi todos los ámbitos de gobierno, caen sucesivamente en caso roto.

El Ministerio Público acaba de recibir un contundente catálogo donde sectores de la oposición resumen en 16 puntos el peor perfil de la fiscala general del Estado, Sandra Quiñónez, señalada de ser funcional al poder y a los poderosos.

En medio de todo este pandemónium en que se ha convertido la gobernabilidad del Paraguay, emerge la figura de Abdo Benítez como culpable del fracasado operativo contra el EPP en el norte del país, con el lamentable saldo de dos niñas fallecidas a manos de militares presentados como de alta capacidad y profesionalismo.

A partir de aquí, un mar de dudas, sospechas y desconfianza se teje en torno a las acciones e inacciones de la FTC.

La gente quiere saber cómo ocurrieron los hechos, cuánto tiempo tuvieron los militares-policías para establecer la estrategia de ataque, qué conocimiento tenían del enemigo, en qué circunstancia específica se produjo el supuesto tiroteo donde cayeron abatidas las dos menores, cómo pudieron escapar los miembros del EPP cuando supuestamente estaban debidamente identificados y rodeados, qué elemento fracasó, cómo es que en una zona “peinada” en la búsqueda de los terroristas pudo haberse consumado otro secuestro, etc., etc.

Decenas de preguntas no tienen respuesta, en medio de la decepción generalizada con respecto al futuro inmediato de este país doblegado por la inseguridad, corrupción, ineficiencia, impunidad, y falta de voluntad política para encontrar soluciones.

Bajo la sombra de la pandemia, el gobierno tiene las manos libres para cometer sus abusos, mientras la gente, encerrada en sus casas, lamenta el infortunio de verse castigada con tanta severidad en el peor momento de su vida.

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