Pareciera sumido en un necesario acto de inflexión pero, lejos de esto, Marito muestra en los hechos su desprecio por el país y la gente con el manejo desprolijo del gobierno, que no termina de sorprender a la burlada ciudadanía.

Desde el momento que asumió el cargo de presidente de la República, Mario Abdo Benítez ha venido cometiendo sistemáticas metidas de pata, que comenzaron con el nombramiento de su gabinete con hombres y mujeres probadamente ineficientes, sin formación idónea para sus respectivos cargos y, encima, de alguna manera vinculados con hechos de corrupción en el manejo de la cosa pública.

Cuando se creía que la podredumbre del poder destapada sucesivamente por la prensa, que comprometía en ilícitos a personas del mismo entorno presidencial, sería el inicio de una era de depuración en el gobierno con la remanida frase “caiga quien caiga” pronunciada públicamente por el presidente Marito, desde el propio Poder Ejecutivo se tejía el entramado de la impunidad a través de la justicia amiga.

Al poco tiempo se vieron los primeros resultados con autoridades y sus respectivos cómplices del sector privado metidos hasta los tuétanos en denuncias de corrupción, llámese Mazzoleni con el clan Ferreira, Petropar y Dinac con oferentes de oro y robos fríamente calculados, ministros y presidentes de instituciones estatales vinculados con ilícitos (chanchullos en el Ministerio de Trabajo, Ministerio de Urbanismo, Vivienda y Hábitat (MUVH), MOPC, MAG, Hacienda, Relaciones Exteriores, Educación, Salud Pública, Itaipú, Yacyretá) y un largo etcétera cuyos responsables continúan impunes.

Marito no solo despreció las denuncias en contra de autoridades de su entorno de mando, sino a la mayoría de ellos les mantiene calladitos en sus cargos con jugosos zoquetes y vía libre para seguir con el festival de derroche en plena pandemia, cuando mucha gente no tiene qué comer.

En medio de este infierno de gestión, el Poder Ejecutivo sorprende de nuevo a la ciudadanía con varios nombramientos tirados de los pelos que no solo no se justifican, sino constituyen una bofetada para el país por la poca o nula capacidad de los premiados quienes, de esta manera, son protagonistas de un enroque de poder direccionado y arteramente gestado entre cuatro paredes por Marito y su cuestionado entorno de asesores.

Jamás importó la participación ciudadana y de sectores productivos, que serán, en primera instancia, los que sufrirán las consecuencias de las malas decisiones del gobierno, entre ellas la relacionada con el manejo de Itaipú, la “gran gallina de los huevos de oro” del Paraguay que está a punto de ser entregada a Brasil, postergando una vez más (esta vez de forma definitiva) los históricos reclamos de repartición justa de los recursos millonarios generados por la represa binacional.

Lo citado, que apenas constituye la punta de un ovillo interminable de chambonadas y patéticas torpezas, amerita sin más vueltas hacerle sentar al presidente Marito en silla de acusados a través de la figura del juicio político, postergado en un par de ocasiones para darle la posibilidad de redimirse, lo cual nunca ocurrió, sino todo lo contrario, aumentando exponencialmente su inutilidad en el mismo volumen e ímpetu que su fortuna acumulada a la sombra del poder.

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