Desastre ko Lugo. El ex presidente de la República, siempre latente de un contragolpe fulminante como en el 2008, está «quemado» para un sector ciudadano, al igual que su socio Efraín, por lo cual se optaría por mantener en el cargo a Marito, mal que le pese a la indignada ciudadanía.
Sectores de poder político negocian sobre tablas el futuro inmediato del país, abusado y enfermo, desanimado y empobrecido, con una ciudadanía maltratada hasta el hartazgo que, finalmente, no sería en tenida en cuenta a la hora de definir rumbos, sino, una vez más, tiende a mantenerse como espectador pasivo, sin voz ni voto porque los supuestos representantes del pueblo están ocupados en enseres e intereses domésticos, sin importar el clamor popular.
El oficialismo colorado, con mayoría de votantes, pero con histórica opinión dividida de frente a la poderosa maquinaria crítica llamada redes sociales, optaría finalmente por una salida salomónica e interesada consistente en mantener en su cargo al inepto y corrupto presidente de la República Abdo Benítez, seguramente con resonantes monedas de cambio que se irán conociendo con el correr de los días.
El principal quid sería, sin embargo, el miedo latente provocado por la amenazante posibilidad de que el coloradismo nuevamente pase a la llanura en caso de un eventual llamado a elecciones generales con la salida de Marito y el también inepto y corrupto vicepresidente Hugo Velázquez.
“Entre dos males, se elegiría el menos peor”, dijo orondo este lunes un caudillo republicano en la vereda opuesta a la sede partidaria nacional, donde se reunieron varios líderes con la intención inicial de organizar una convocatoria de respaldo a las autoridades partidarias repudiadas por el pueblo, y procurar de esta manera mantener sus jugosos zoquetes en la función pública, donde nadan en la abundancia con privilegios de primer mundo, mientras millares de Juan Pueblo gastan calles y golpean puertas en busca de un puesto laboral.
Los colorados tiemblan con la posibilidad de que Lugo y sus acólitos liberales vuelvan al poder.
Estos mismos opositores ya estuvieron en el poder de la República desde el 2008 hasta el 2013, lapso en el cual convirtieron el país en un carnaval de derroches y corrupción, inoperancia y cero obras públicas, acaparamiento de cargos con colosal tráfico de influencia para los correligionarios, parientes y amigos, dejando un país moralmente destruido, con la economía por el suelo, y al mismo tiempo nuevos multimillonarios como el ex presidente liberal Federico Franco, que según el observatorio ciudadano robó tanto como todos los presidentes colorados pos-dictadura.
El caso de Efraín es una película aparte. Eterno perdedor, nunca ha ganado una pulseada eleccionaria, aunque sí conserva intactos sus dotes de manipulador consuetudinario, mimetizándose de demócrata respetuoso de las leyes nacionales.
Tuvo la brillante oportunidad de demostrar que no es más de lo mismo con un cargo ministerial en Obras Públicas y Comunicaciones, de donde salió con el rabo entre las piernas, denunciado por un vaciamiento feroz que dejó sin recursos la otrora solvente secretaría de Estado. En todos los casos, el mismo respondió alegremente que mejoró la red vial nacional, cuando se sabe que solo ha ensayado paladas iniciales con ampulosa propaganda mediática, y después nada.
Por el lado de Lugo, ganó fama internacional por sus escándalos personales, y fue definido por su entorno como un hombre falso, demagogo, mentiroso y cínico. Nada que envidiar a sus pares colorados a quienes no se cansa de criticar al igual que su amigo Efraín.
El resto de la oposición se debate en medio de la orfandad popular y la nula posibilidad de ser gobierno, salvo el de prenderse del saco de un opositor mayor o, como el caso de Llano, aliarse con el enemigo.
De esta manera, el cuadrante del ajedrez político nacional se debate en un periódico jaque al país, donde los “peones” así enmascarados de Juan Pueblo, conforman un vallado endeble y debilitado que no tiene la fuerza suficiente para detener al “rey” disfrazado de presidente listo para arrasar con todo y ganar la partida para imponer su reinado, mal que le pese a la ciudadanía harta y extendidamente indignada con las movidas del poder.