Las redes sociales coinciden en calificar a la madre de Yuyú como insensible y desinteresada de la suerte de su propia hija que se niega a colaborar con las investigaciones, donde aparece su esposo alemán como sospechoso del caso pero poco molestado por la fiscalía.
Este 15 de abril se cumplirá un año de la extraña desaparición de la niña Juliette Le Droumaguet de la vivienda familiar de la cordillerana ciudad de Emboscada donde residía aparentemente sin mayores dificultades en compañía de su madre Lilian Zapata y su padrastro Reiner Oberuber, principales sospechosos del caso que se mantienen herméticamente callados y ensayan su defensa con falsos anuncios de información y veladas amenazas.
Vecinos de Yuyú coinciden en señalar a Zapata y Oberuber como únicos responsables de la seguridad de la niña, de 7 años de edad y con dificultades psicomotoras, que se ganó el amor de su comunidad y de todo el país con su tierna imagen de inocencia y sonrisa cautivante que, según las apariencias, no tuvo el mismo sentimiento de pasión de parte de sus propios progenitores.
En vez de colaborar con las investigaciones, Lilian y Reiner prefieren el silencio y para ello acuden a textos constitucionales que consagran el derecho a la defensa y otros tipos de resguardos a su integridad moral, pero eluden u olvidan arteramente los derechos de la pequeña, entre ellos el derecho inalienable a la vida, el bienestar y la seguridad en un ambiente saludable y amigable.
Por parte de la fiscalía, no existen datos que puedan visualizar una solución al intrincado caso que ha conmocionado en sus primeros momentos al país y gran parte de la colectividad mundial, en especial a los organismos defensores de los derechos humanos de los niños con discapacidad que, según se sabe, no han asumido una intervención formal sobre el caso, que sería, por ejemplo, una denuncia explícita ante tribunales internacionales.
Oberuber había dicho en febrero pasado que el mismo cuenta con información de valor que podría llevar a esclarecer la desaparición de Juliette y que las personas que le incriminan en la causa se atengan a las consecuencias judiciales, pero ha pasado el tiempo y, como siempre, sus anuncios quedaron en el opareí, convirtiéndose en burlas que no son tenidas en cuenta por los investigadores para poner cepo a los excesos verbales del hombre y encarar la causa mandándole al frente como sospechoso calificado.