La influencer Cristina «Vita» Aranda es trasladada de urgencia a un centro sanitario seguida de su esposo el futbolista Iván «Tito» Torres luego del tiroteo que sacó nuevamente a flote la inseguridad que reina en el país y la criminal ineficiencia de las autoridades. (Foto: Diario La Nación).

El tiroteo con secuela de muertes y heridos registrado este domingo en la ciudad de San Bernardino desnuda, una vez más, la inseguridad que golpea al Paraguay y la falta de respuesta del gobierno nacional, anestesiado por la inoperancia de las autoridades.

Los sucesos registrados en el anfiteatro José A. Flores, que se presentaban como un evento de sano esparcimiento con la actuación de conocidas agrupaciones musicales de moda, terminaron de forma sorpresiva y abrupta después de que personas desconocidas dispararan a quemarropa contra un grupo de hombres entre quienes se encontraba un pez gordo del narcotráfico con reclamo de captura internacional, identificado como José Luis Bogado Quevedo.

Medios periodísticos de varios países de la región y del mundo divulgaron los momentos inmediatamente posteriores al tiroteo, las víctimas registradas y las corridas de los asistentes, calculado entre 12 y 15.000 personas, en un momento donde la cartera sanitaria nacional estima los contagios diarios por covid en un promedio de 5.000 personas, con una ley sanitaria en plena vigencia que en la práctica es letra muerta.

El caso se suma a los múltiples casos diarios de robos y asaltos en toda la República, incluso en sitios insólitos como templos religiosos o en perjuicio de ancianitos insolventes que no se salvan de la embestida delincuencial abierta a impune.

No pasa un día en el país sin que los medios de prensa emitan eventos delictivos, donde las víctimas, en todos los casos, se limitan a comerciantes, personas trabajadoras y ciudadanos indefensos.

Se desconocen casos donde las víctimas de turno sean políticos de cualquier ideología o empresarios de alta gama, entre los selectos discriminados.

Todo esto ocurre en medio de la tensión generalizada, como si el Paraguay no tuviera presidente de la República.

Marito sigue escondido con su blindaje mediático y, lejos de tomar determinaciones en favor de todos, mantiene la situación en estatu quo.

En este sentido, uno de los favorecidos es el polémico ministro del Interior, Arnaldo Giuzzio, atornillado en el cargo por el oficialismo colorado y camaradas de la izquierda.

Lejos de hacer reflexionar a Abdo Benítez el ambiente de terror que soporta la ciudadanía, el mismo se mantiene impune en su cargo, demostrando falta de empatía con los intereses de los “comunes”.

En carpas paralelas, los correligionarios republicanos han comenzado una pelea aparte por zoquetes para el próximo gobierno, mientras los partidos de izquierda ofician de espectadores de lujo en espera del momento de dar zarpazos retóricos para entrar en escena tratando de sacar tajadas de poder.

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