Raramente los curules de los legisladores con nivel de vida principesca están completos porque la ausencia injustificada o alevosa es la constante. Ahora los diputados vuelven a buscar votos, en medio de la falta total de credibilidad ciudadana.
Solo unos días duró la alegría de la gente luego de que la Cámara Baja anunciara el fin de los vales de combustibles millonarios que, sin justificación legítima, venían recibiendo por hacer nada.
En un hábil movimiento de cintura lograron reponer ese privilegio en una época electoral, mientras la ciudadanía, lejos de recibir algún tipo de beneficio que le ayude a sobrellevar el altísimo costo de vida, debe hacer malabarismos para llegar a fin de mes sin más sobresaltos que el esfuerzo diario de sobrevivencia le obliga.
Se sabe que gran parte de los cargos y funciones públicas están exclusivamente reservados para estos supuestos representantes del pueblo que se llenan de privilegios, prebendas y canonjías en medio de la pobreza extendida de la población y una inflación galopante, a pesar de guarismos considerados falsos e interesados del Banco Central del Paraguay (BCP), que se niega a elevar a dos dígitos el régimen de costo de vida para hacer empatía con el “Gobierno de la gente”.
Los nombres de los diputados que se niegan a asumir las dádivas indebidas o, cuanto menos, inmorales, que reciben del Estado, deben ser debidamente registrados por la ciudadanía, que en el momento del voto podrá darles nones y de esa manera castigar el afán de eternismo que, de cualquier manera y bajo parámetros increíbles de caradurez y cinismo, quieren imponer estos falsos representantes de la ciudadanía en las próximas elecciones internas y generales.
Basta con echar ojo a las informaciones periodísticas para conocer la despiadada realidad en que se desenvuelven los legisladores paraguayos y sacar conclusiones de valor para decir que no les sirven al pueblo sino a ellos mismos, sus familias y su exclusivo entorno político, en ese orden.
A la hora de la verdad, cuando los legisladores deben colectar votos, echa a funcionar el “todo vale” en el ámbito parlamentario, donde ganan millones por hacer nada y encima se les debe costear su campaña política con falsos argumentos de servicio público, en un formato histórico que debe terminar definitivamente en las próximas elecciones, por el bien del país y de la gente.