La fuga de unos 30 presos de alta peligrosidad en Misiones provoca la reacción ciudadana que pide la renuncia del ministro de Justicia, embelesado en campaña electoral por una banca en Diputados, según indignados sociales que repudian el electoralismo total en el gobierno.

Como si el país marchara sobre ruedas, el presidente de la República Mario Abdo Benítez y miembros del gabinete nacional se han olvidado de sus responsabilidades con la ciudadanía y, sin medias tintas, se han sumergido en los avatares de la politiquería con el consecuente caos en la gestión gubernamental y el pueblo obligado a pagar las consecuencias.

Marito ha desaparecido de los lugares de necesidad donde la gente reclama soluciones, y aprovecha sus momentos de tour para desenredar el único “proyecto” en ciernes que es tirar leña sobre el cartismo, el mismo movimiento político partidario interno de la ANR que en dos ocasiones le salvó del juicio político y al cual, sin dudar, le declaró enemigo como agradecimiento.

Los ministerios prácticamente se han declarado en modo “pausa”, mientras las autoridades invierten su tiempo en procurar votos para otro período de gracia en la función pública, como el ministro de Justicia, Édgar Olmedo, quien ha anunciado su candidatura para diputado nacional por el oficialismo y en esa carrera se encontraba cuando 30 reclusos de alta peligrosidad se fugaron del penal de Misiones, adonde nunca debieron ser destinados por carecer de seguridad elemental para alojar a criminales de alta monta.

A pesar de que la primera prueba de fuego electoral inicia en diciembre, en la función pública ya se vive un carnaval aparte donde los respectivos inquilinos hacen proselitismo con la plata del pueblo y ponen en marcha una persecución selectiva y contundente contra los no alineados, esto es, quienes alegan otras preferencias políticas o ideológicas.

Para poner en marcha su perverso plan electoral, el oficialismo cuenta con el apoyo y acompañamiento severo del sector mediático aliado, con el cual ha conformado una unidad granítica de blanqueo e impunidad, al punto que “no existe” un solo caso de corrupción denunciada en la función pública, a pesar de los miles de millones de dólares saqueados de los recursos del Estado y el escenario de anarquía que reina en las calles, donde la inseguridad y las precariedades marcan presencia.

En medio de este pandemónium, acompañado de cerca por los amigos de la oposición, la ciudadanía apresta el voto-castigo para las personas que, sin rubor alguno, buscan eternizar su poder e impunidad a través de cargos electivos, de frente a la soberanía de un electorado harto del continuismo y las burlas contra sus derechos y reclamos.

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