El vicepresidente se hacía representar como un «toro republicano» en su carrera proselitista plagada de funcionarios públicos arreados, que hoy día descansan de las amenazas de despidos en caso de renegar al oficialismo.
En una muestra de la incoherencia que contamina la vida de Hugo Velázquez, ni bien fue abordado por los medios acerca del grave problema que enfrenta y el enorme descrédito en que hunde a la nación dijo que el mismo es víctima de una «gran injusticia», y aunque raramente no aludió a chivos expiatorios para encontrar culpables de su desgracia política, afirmó suelto de cuerpo que como ciudadano con derechos saldrá a defender su “honorabilidad”.
“Quiero salir como un ciudadano común a defender lo que yo creo fue una injusticia”, vociferó ante los mismos medios a los que, apenas hasta horas antes de recibir el golpe, los señalaba como amigos, y donde tenía espacios a disposición para descargar sus exabruptos contra todos los que comulgaban banderías opuestas.
Habló también de la obligación que tiene como ciudadano de “salir a limpiar mi nombre porque soy una persona que da la cara”, pasando por alto las incontables denuncias que históricamente lo ligan a hechos de corrupción, negociados feroces, lesión de confianza, asociación ilícita, cohechos (aprietes), tráfico de influencia (tiene a toda su parentela en cargos públicos con salariazos de ensueño), y sus oscuros relacionamientos con piezas claves del engranaje terrorista del Hezbollah, organización musulmana libanesa que opera con un brazo político y otro paramilitar, señalado especialmente por sus ataques inmisericordes a Israel.
Velázquez siempre defendió sus reuniones con terroristas afirmando que se trataba de relacionamientos que, en todos los casos, buscaban “el desarrollo del Paraguay” cuando, presuntamente, se limitaban a oscuros pactos alimentados por prebendas y finanzas que nunca han sido puestas bajo el manto de sospecha de las autoridades paraguayas, por ello mismo señaladas como cómplices.
Ahora que está caído, el “toro republicano” como le gustaba que le digan, se acordó de sus familiares y el derecho de tienen de “saber la verdad”, cuando en su momento les dio de beber hasta el hartazgo el néctar de generosidad del papá Estado, con cargos y salariazos de otro mundo, sin tener que pasar por los filtros y trampas arteramente dispuestas en la función pública para todos los “comunes”.
Cuando el expresidente Cartes fue también acusado de “significativamente corrupto”, Velázquez aplaudió la “valentía” y “determinación” del gobierno de Biden, pero ahora que la misma vara le tocó a él cambió de posición tildando al gobierno norteamericano de “significativamente injusto”, en medio del repudio que cosecha luego de cada declaración pública por parte del pueblo engañado en su buena fe.