Devotos de San Agustín honran la tradición cristiana con la gracia de «la bendición» en medio de las celebraciones patronales donde el obispo celebrante cuestionó el libertinaje familiar y la falta de valores que se alejan de Dios.
Una práctica histórica cargada de tradición se repitió durante las celebraciones patronales en honor a San Agustín, donde fieles cristianos reavivaron la conocida costumbre familiar del pedido de bendición con las manos juntas mirando fijamente a los ojos de la persona que otorga la gracia sacramental, en medio de mucha solemnidad.
“Nuestra familia nunca ha perdido esta tradición cristiana que como católicos nos ha enseñado el mismo Jesús, quien bendijo no solo a los suyos sino a sus enemigos en una muestra de amor inigualable”, afirmó Arsenio Monges luego de recibir la unción de su madre en un momento de la celebración eucarística en Emboscada.
“Lastimosamente, este hermoso legado de amor se ha apagado mucho como consecuencia del avance del modernismo o progresismo que, como se sabe, cada vez le tiene a menos a Dios y se lanza al libertinaje, los vicios y la desobediencia a los padres”, alegó Mariana Lesme, en coincidencia con palabras del obispo celebrante, monseñor Claudio Giménez, quien se refirió a la pérdida de valores de la familia actual.
“Muchos niños viven en la orfandad”, graficó el religioso al hacer referencia al libertinaje en que crecen los hijos debido a la ausencia de control y presencia de los padres para cumplir su rol en la institución familiar.
“Nuestra sociedad cae cada vez más en la violencia, y eso observo cuando visito las escuelas y veo criaturas que se manifiestan con severidad de palabra y desenfreno en sus expresiones. No se trata precisamente de adolescentes sino de niños de preescolar inclusive, que con sus actos o expresiones revelan la situación de orfandad familiar en que se encuentran”, recalcó el celebrante.
Añadió que Cristo ha enseñado al mundo el amor sin medidas ni condiciones, y tras señalar que “debemos amar incluso a los que nos desean el mal”, invitó a los presentes a confundirse en abrazos unos con otros y pedir la bendición, en medio de la solemnidad del momento.