En la emergencia, las víctimas del sistema de aprovisionamiento de agua se ingenian para obtener el líquido vital, en medio de la inoperancia criminal de los detentadores de poder que someten a los pobladores a una tortura cruel sin visos de solución.

“¡¡¡No hay agua!!!”.

El plañidero grito de los habitantes de la ciudad de Emboscada, a 35 kilómetros de Asunción, retumba con desgarrador estrépito en los hogares castigados por la falta del líquido vital.

El clamor convertido en alarido resuena sin eco en esta comunidad cordillerana castigada por el infortunio al que la madre naturaleza le ha privado de fuentes subterráneas de aprovisionamiento, mientras en la superficie se multiplican la inacción y el conformismo para instalar un combo infernal que hace empatía criminal con las necesidades de la gente.

“Todo lo que está a nuestro alcance como pobladores hemos realizado hasta ahora para contar siquiera con agua para nuestras necesidades básicas, pero solo recibimos excusas y más excusas de quienes fungen de autoridades de la patética Junta de Saneamiento, convertida en caja de resonancia del dolor representado por la sed y, al mismo tiempo, un monumento a la desidia y la inutilidad”, afirmó a La Mira el indignado Catalino Mendieta.

El conmovedor relato de la familia que sufre la falta de agua es calcado de los sinsabores que padecen otras centenares de víctimas de la Junta de Saneamiento, victimaria propiciatoria de la hiriente situación de precariedad en que se encuentran los habitantes.

Como ha venido sucediendo desde hace décadas, las altas temperaturas del verano hacen lo suyo para instalar un lúgubre escenario de lamentos en todos los puntos cardinales de la ciudad, incluidos sectores populares con masivo número de niños y personas vulnerables.

Los baldes improvisados que en su momento albergaban coloridas pinturas o peligroso veneno se han convertido por sí mismos en protagonistas de valor y mudos testigos de una ciudad que vive arrodillada ante la necesidad de agua, y en posición de clemencia permanente ante la madre naturaleza para dejar escapar aunque fuere un racimo de lluvia como esperanza viva para suplir la angustia arrastrada por la ineficiencia.

Emboscada no tiene agua, a pesar del aterrizaje de la Essap con su carga de expectativa desbordante.

Increíblemente, el ansiado desembarco del agua potable encuentra a las autoridades, especialmente los de la cuestionada Junta de Saneamiento, sumidas en una inoperancia supina precipitada, según dicen, por las discordancias legales sembradas entre los usuarios potenciales, como si los “secos” carenciados necesitaran apelar a controversias para recibir el líquido vital, a no ser que la posibilidad del dinero fácil esté dividiendo voluntades y limitando prestaciones, según el rumor generalizado.

En la emergencia, bien haría la Essap en tomar el toro por las astas, estableciendo dominio de distribución y renta, tal como lo establece la ley, en la seguridad de que recibirá la complacencia de un pueblo rebelado a causa de las canillas vacías y que hace años reclama a voces el recambio de actores en el elemental servicio público que, hasta el momento, se limita a ser un bastión de problemas y nicho de escaramuzas donde la política hace su parte para anular intenciones e instalar perjuicios, mientras el calor ataca sin clemencia y agota las últimas reservas de paciencia de la gente.

Compartir:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *