El sanguinario jefe de Policía stronista, Pastor Coronel, observa con sus agentes asesinos el cuerpo inerte de un hombre ajusticiado por criticar al régimen, devenido en una de las dictaduras más atroces que Marito quiere olvidar. (Foto: Decidamos).
Este 3 de febrero es una fecha simbólica de extremo significado para el Paraguay porque se cumplen 34 años de la caída de la dictadura de Alfredo Stroessner, calificada como una de las más largas y sanguinarias de América junto con la tiranía de Fidel Castro.
El hecho, sin embargo, no merece reconocimiento alguno del gobierno nacional, que nuevamente ha decidido pasar por alto la emblemática conmemoración, ninguneando olímpicamente los gritos de dolor de familiares de asesinados por el régimen y de los millares de exiliados políticos que fueron corridos por Stroessner y sus hordas violentas que tenían sus propias leyes y fórmulas para extender indefinidamente el poder omnímodo y polifuncional que finalmente cayó.
Marito también le falta el respeto a los militares que protagonizaron el golpe de Estado en nombre del pueblo abusado y la nación ultrajada hasta en sus más íntimas fibras patrióticas.
Militantes democráticos de diferentes tintes y facciones que durante años lucharon en favor de los derechos humanos recibieron otro toque de desprecio del presidente Abdo Benítez, hijo de la dictadura que durante su desastroso mandato que agoniza conservó entre algodones a verdaderos escombros prohijados por el stronismo, entre ellos la “reina de los negociados y la impunidad” Lilian Samaniego, Juan Afara, Óscar Salomón, y un colegiado intocable integrado por descendientes y recomendados de burócratas y uniformados stronistas.
La democracia como tal no ha desembarcado en Paraguay con el golpe de Estado porque perviven inalterables desde entonces logias ideológicas afines al dictador que monopolizan negocios con el Estado y configuran una elite todopoderosa donde no acceden los rayos de la justicia y la igualdad.
En todo este tiempo, el stronista Marito se ha congraciado resuelto con sus orígenes millonarios a partir de la cuna de oro que le vio nacer, y un nivel de vida principesco que nunca se compadeció de la miseria extendida en la población, que no solo era privada de su derecho a vivir y disentir sino de soñar con una patria libre del yugo esclavizante y luctuoso del despotismo sangriento.
Familiares y amigos sobrevivientes de los 20.814 paraguayos exiliados, los 20.000 detenidos sometidos a crueles torturas en las mazmorras policiales y las 425 personas desaparecidas dadas por muertas reclaman a gritos la postergada reivindicación a esos héroes ciudadanos y, en la misma magnitud, la defunción definitiva del stronismo o, lo que es lo mismo, el desprendimiento sin vueltas de los escombros políticos, empresariales y sociales que sin pudor se muestran en público mientras el presidente que les honra con la impunidad y les premia con cargos, salariazos y licitaciones feroces, viaja por el mundo lanzando falsos positivos de un gobierno que se cae a pedazos en un estruendo inconfundible de corrupción, antipatriotismo e inutilidad, mantenido en pie por cómplices mediáticos alquilados y una oposición amiga que solo se expone para la foto.