Mientras Maduro da su bienvenida a Paraguay, el gobierno electo espera que el reinicio de relaciones se traduzca en beneficios para nuestro país, especialmente a través del comercio donde el país caribeño marca pautas en la producción de combustibles. (Foto: RPP Noticias).
La confirmación surgida de fuentes oficiales acerca del próximo desembarco de la embajada de la República Bolivariana de Venezuela en Paraguay, en coincidencia con el nuevo gobierno de Santiago Peña, genera un mar de incertidumbre acerca del significativo enroque político y los resultados esperados que, según el propio presidente electo, apunta a integrar a los países de la región en torno a objetivos comunes y superar las divisiones que debilitan al bloque ante ligas mayores que marcan pautas de relacionamiento, especialmente en las áreas de comercio y mercados.
Uno de los primeros anuncios de Santi ha sido precisamente la reapertura del diálogo entre los gobiernos de Venezuela y Paraguay, sentando las bases de un relacionamiento más dinámico y dejando de lado las diferencias ideológicas que durante mucho tiempo mantuvieron cerradas las puertas de la integración.
Venezuela es calificada por el consenso internacional de países democráticos como un gobierno dictatorial, despótico y tirano donde el chavismo devenido en bolivarianismo comete atrocidades impunes basadas en actividades ilícitas, entre ellas el narcotráfico en gran escala y otro abanico de actos criminales y delictivos que le han valido la certificación de gobierno totalitario.
Con este criterio, Paraguay se ha mantenido alejado de todo tipo de relacionamiento durante años, pero ahora el gobierno electo maneja otros estándares de medición integracionista y busca ponerlo a la práctica con la expectativa de generar beneficios al país y la gente.
El país caribeño mantiene una de las reservas de petróleo más grandes del mundo, y produce en gran escala combustibles como nafta y gasoil que exporta casi en su totalidad a mercados diferentes, y Paraguay figuraría eventualmente como interesado en adquirir esos carburantes que, según los datos, representaría ahorro significativo en gastos de traslado que repercutirían directamente en favor de los consumidores, quienes pagan actualmente uno de los precios más caros de la región.
Estados Unidos, habituado a exteriorizar críticas a cualquier tipo de prácticas que pudieran perjudicar su seguridad, no ha emitido hasta el momento declaración alguna sobre el nuevo enroque político del gobierno paraguayo, y sí ha cosechado mar de críticas sobre su intromisión en los asuntos internos de la República del Paraguay con la bendición inconsulta del propio presidente Abdo Benítez, tildado en consecuencia como traidor por entregar la soberanía nacional y permitir que un país extranjero manipule las instituciones de acuerdo a sus intereses.
En otra decisión sorprendente pero celebrada, el futuro canciller Rubén Ramírez adelantó que limitará las relaciones con el país del Norte, y no permitirá que siga metiendo la mano en asuntos de exclusivo interés de los paraguayos, a lo cual se suma el posible pedido de cambio de embajador como condición para el diálogo integracionista.