Santi muestra una sonrisa irritada ante el embajador norteamericano, quien acaba de protagonizar uno de los momentos más críticos del Paraguay con su abierta intromisión en los asuntos internos del país y su directo «atentado» contra el coloradismo.
En una visita etiquetada por la embajada norteamericana de amistosa y protocolar, el embajador de Estados Unidos en Paraguay Marc Ostfield visitó recientemente al electo presidente de la República Santiago Peña, quien le recibió con manos abiertas a pesar de la resistencia del sector duro del Partido Colorado, que desde un primer momento, desde que el diplomático se involucrara directamente en los asuntos internos de nuestro país en un hecho criticado como grosera intromisión o injerencia, reclamó que en caso que ganaran los comicios (como ha ocurrido) se le dé al gobierno de Biden el trato correspondiente.
“A nadie extraña que Ostfield corriera ahora los pies del presidente electo después de protagonizar una campaña despiadada con el Partido Colorado y cometer un grave atentado contra la institucionalidad de la República porque evidentemente está cumpliendo una orden emanada de su gobierno que acá no debe quedar impune”, disparó sobre el caso el afiliado Fermín Alarcón, en coincidencia con voces críticas a la actitud “rastrera” del diplomático.
Ostfield está señalado dentro de las filas de la ANR de haber atentado directamente contra el cartismo en pugna eleccionaria y de comenzar su campaña de saboteo acusando sin documentos ni evidencias al ex presidente Cartes de ser “significativamente corrupto”.
Siguieron en orden de acusaciones unilaterales el actual vicepresidente de la República, Hugo Velázquez, y otros 7 dirigentes partidarios, quienes también cayeron víctimas de las inculpaciones, entre ellos algunos que sí presentaban según la prensa elementos vinculados a la corrupción como lavado de dinero y enriquecimiento ilícito.
En su campaña persecutoria, el embajador contó con el visto bueno y el acompañamiento explícito del presidente Abdo Benítez y su cohorte de aduladores, la oposición en pleno, poderosos sectores empresariales de parabienes con las licitaciones y los holdings mediáticos “independientes”.
En medio de la crisis política desatada, y cuando la injerencia norteamericana se volvió alevosa y abierta, la propia Cancillería nacional se llamó a silencio, cohonestando la intromisión y cometiendo grave violación a sus obligaciones diplomáticas mientras el país estaba siendo objetivo de una violación descarada a su soberanía y derecho a la libre determinación.