La ciudadanía respira con alivio luego de la destitución de la pintadora de uñas oficial, que se suma a otros 85 diplomáticos barridos del servicio exterior.

Ambiente de alivio se percibe este lunes en sede del Ministerio de Relaciones Exteriores luego de que la semana anterior el gobierno determinara dar de baja nada menos que a 86 funcionarios diplomáticos que ejercían la representación de Paraguay ante países del mundo.

Una de las afectadas, de entre las decenas de apellidos ampulosos y personas cercanas al poder sin formación profesional en diplomacia, es Fiorella Ricciardi, cuyo único “mérito” conocido para ocupar el alto rango que significa el representar y velar por intereses del Estado paraguayo es haber sido la encargada de la imagen de la entonces primera dama de la nación, Silvana López Moreira de Abdo.

“Solo en Paraguay”, lamentó el observatorio ciudadano luego de que el ahora ex presidente Mario Abdo Benítez pasara por alto las quejas de diplomáticos de carrera y premiara con el nombramiento de la pintadora de uñas oficial como primera secretaria y oficial de primera de la embajada paraguaya en Canadá, con sede en la capital Ottawa.

El nombramiento de la amiga de Silvana se dio por encima de la capacidad de reconocidos hombres y mujeres en carrera para el ejercicio de cargos en embajadas, consulados y otros tipos de representación oficial del país.

“Ojalá que los que suben ejerzan sus responsabilidades con celo, patriotismo y capacidad de gestión”, opina en su sitio social Juan Manuel Salomón, en coincidencia con ciudadanos que recuerdan la importancia de la buena representación diplomática como puntal de desarrollo del país.

Se ha vuelto “tradicional” en sucesivos gobiernos nacionales nombrar en representaciones diplomáticas, tanto en embajadas como en consulados y organismos internacionales, a familiares y amigos del poder, recomendados, paquitas y otro abanico de inoperantes sin repararse en la importancia de la idoneidad esencial y el espíritu de trabajo en beneficio del país y la gente por parte de quienes, en vez de ir a trabajar, se convierten en turistas de primera clase pagados por el pueblo.

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