Potenciales víctimas del basural nauseabundo se levantan en rebeldía contra la Resolución del Mades que autoriza la construcción del vertedero a pesar de las graves consecuencias sociales, medioambientales y económicas.
“Se visualiza cauce hídrico desde la fosa hasta el arroyo Piribebuy a 1.455 metros”, dice entre otros apuntes la evaluación de impacto ambiental realizado por el Ministerio del Ambiente y Desarrollo Sostenible (Mades) con respecto al proyecto de relleno sanitario mecanizado para la disposición final de residuos sólidos urbanos que comenzó a ser construido en la ciudad de Arroyos y Esteros, departamento de Cordillera, ante el rechazo masivo de la población que se ha levantado en rebeldía con ruidosas manifestaciones.
El estudio en cuestión reconoce también la existencia de un Centro de Salud e instituciones educativas en el entorno inmediato del basural, que se encuentra en plena fase de concreción con obras primarias en un lugar con abundante riqueza ambiental y recursos hídricos sentenciados a muerte.
En ese escenario de patética realidad se desenvuelven centenares de pobladores con mayoría de niños y personas vulnerables pertenecientes a las comunidades de Mainumby, populosa compañía de Arroyos y Esteros, y Coronillo, un territorio social de 258 familias que se niega a convivir rodeado de desperdicios malolientes y tóxicos provenientes de todo el departamento de Cordillera.
Airados vecinos que se oponen al vertedero salieron a las calles a protestar ruidosamente, mientras el intendente municipal arroyense, José Filippi Vera, es acusado de dar la espalda al reclamo ciudadano negándose a ponerse al frente de la cruzada ambiental y tirando el fardo a otras instancias.
Ni siquiera una resolución de la Junta Municipal que reconoce la gravedad de la situación y pide al titular comunal ponerse los pantalones ha logrado revertir la controvertida actitud de Filippi Vera, quien se mantiene en sus cuarenta alejado del clamor popular, según sus propios adherentes políticos.
El basural en cuestión abarca una superficie total de 172 hectáreas, de los cuales 60 hectáreas serán destinadas al depósito de residuos sólidos de la Cordillera.
Los detractores de la obra dan por descontada la inmediata contaminación del medio ambiente, que incluye una prolífica y apr
“Se visualiza cauce hídrico desde la fosa hasta el arroyo Piribebuy a 1.455 metros”, dice entre otros apuntes la evaluación de impacto ambiental realizado por el Ministerio del Ambiente y Desarrollo Sostenible (Mades) con respecto al proyecto de relleno sanitario mecanizado para la disposición final de residuos sólidos urbanos que comenzó a ser construido en la ciudad de Arroyos y Esteros, departamento de Cordillera, ante el rechazo masivo de la población que se ha levantado en rebeldía con ruidosas manifestaciones.
El estudio en cuestión reconoce también la existencia de un Centro de Salud e instituciones educativas en el entorno inmediato del basural, que se encuentra en plena fase de concreción con obras primarias en un lugar con abundante riqueza ambiental y recursos hídricos sentenciados a muerte.
En ese escenario de patética realidad se desenvuelven centenares de pobladores con mayoría de niños y personas vulnerables pertenecientes a las comunidades de Mainumby, populosa compañía de Arroyos y Esteros, y Coronillo, un territorio social de 258 familias que se niega a convivir rodeado de desperdicios malolientes y tóxicos provenientes de todo el departamento de Cordillera.
Airados vecinos que se oponen al vertedero salieron a las calles a protestar ruidosamente, mientras el intendente municipal arroyense, José Filippi Vera, es acusado de dar la espalda al reclamo ciudadano negándose a ponerse al frente de la cruzada ambiental y tirando el fardo a otras instancias.
Ni siquiera una resolución de la Junta Municipal que reconoce la gravedad de la situación y pide al titular comunal ponerse los pantalones ha logrado revertir la controvertida actitud de Filippi Vera, quien se mantiene en sus cuarenta alejado del clamor popular, según sus propios adherentes políticos.
El basural en cuestión abarca una superficie total de 172 hectáreas, de los cuales 60 hectáreas serán destinadas al depósito de residuos sólidos de la Cordillera.
Los detractores de la obra dan por descontada la inmediata y grave contaminación del medio ambiente, que incluye una prolífica y apreciada riqueza hídrica constituida por arroyos cristalinos con abundantes recursos piscícolas, lagunas y agua subterránea de excelente calidad proveniente del renombrado Acuífero Guaraní, y la destrucción de la vida digna en sociedad, entre otros perjuicios irrecuperables.